lunes, 28 de octubre de 2013

APOYO Y DESARROLLO

Este fin de semana estuve viendo un musical que han organizado unos chicos de un instituto de la comunidad de Madrid. Eran jóvenes y el musical supuestamente “amateur”, pero el despliegue y la calidad (tanto escénica como musical) me parecieron muy buenos, creo que todos salimos muy sorprendidos por lo bien que salió. El tema del musical era una leyenda medieval de dos hermanos gemelos que su madre tiene que separar por culpa de una maldición. Ésta les condenaba a que a uno le fuera muy mal en la vida y a otro le fuera muy bien. Uno se hizo rico, pues su madre lo abandonó en una casa de unos nobles y el otro sobrevivía como mercader. Aunque la maldición la había impuesto una hechicera con tres cabezas, la situación me recordó a muchas situaciones reales de nuestro día a día.

Cada día vemos cómo hay gente a nuestro alrededor a los que parece que la vida les sonríe mientras que a otros sólo les ocurren desgracias. Ambos, tanto los primeros como los segundos, parecen estar en las mismas condiciones, e incluso hasta han disfrutado de oportunidades parecidas, pero sin embargo,  todo les va mal a unos y a otros todo bien. En algunos casos se trata de circunstancias, algunas agradables otras desgraciadas, que podrían achacarse al destino, pero en otros se trata de situaciones menos casuales y más causales. En mi opinión hay dos factores que se conjugan en estas situaciones: el primero, intrínseco, es la predisposición y actitud de cada uno; esto condiciona indudablemente los resultados ya que sólo el hecho de tener la mente enfocada en el éxito o en el fracaso nos lleva por un camino u otro. Esto me parece fascinante, por tanto creo que lo desarrollaré en otro post. El segundo factor, no menos fascinante, nos viene dado por el ambiente que nos rodea y es causa de aquellos que nos educan, nos supervisan y nos dan apoyo. Al igual que en la leyenda medieval, es evidente que no es lo mismo desarrollarte bajo unas circunstancias u otras.

Esta idea no debería dejarnos indiferentes y rendidos a que las circunstancias determinan nuestra condición. En muchos casos nosotros somos parte de las circunstancias de otra gente y nuestra actitud hacia ellos puede condicionar su desarrollo igualmente. No sólo nuestros hijos, también aquellos que tienen personas a su cargo, deben ser conscientes de que el modo en que les tratamos, condiciona su desarrollo y crecimiento personal y profesionales.

¿Cómo podemos nosotros ayudar al desarrollo de los que nos rodean? Existen tres principios básicos: ser ejemplo, no suponer obstáculo y hacer ver las consecuencias de las decisiones que se van tomando. Esto ayuda a cualquiera a crecer y desarrollarse, pero no es suficiente. Existe, además, un componente situacional que no podemos perder de vista: hay que conocer las circunstancias emocionales de cada uno para saber cómo tratarlos. El apoyo emocional que se le da a una persona es función del grado de madurez que ésta ha desarrollado y, por tanto, debería condicionar nuestra actitud hacia ella. Cuando la persona es poco madura, el apoyo emocional debe ser bajo, sólo necesita que le demos tarea e instrucciones para poder desarrollar hábitos que le ayuden a su desarrollo. A medida que van evolucionando y encontrando dificultades nuestro nivel de apoyo emocional debe ir creciendo de manera exponencial. Hay un punto en el que esta tendencia llega a un máximo y cambia el sentido. A partir de ese momento, el apoyo emocional necesario para el desarrollo de una persona, disminuye a medida que aumenta su madurez. Adaptarse a las circunstancias de cada persona apoyándose en los tres principios básicos, es clave para poder dirigir personas de manera eficaz y contributiva a su desarrollo.

Una maldición es una maldición, no podemos deshacernos de ella a no ser que la bruja deshaga el hechizo pero, para los que no somos brujos, hay pequeñas maldiciones que podemos invertir: hacer magia, al mismo tiempo que ayudamos a otros a desarrollarse.

domingo, 13 de octubre de 2013

El poder de una sonrisa


Estoy impactada con la admirable historia de Maria de Villota, su ejemplo de superación y su modo de encajar de manera tan positiva el duro golpe que le dio la vida, su testimonio en numerosas entrevistas y las muchas imágenes de ella en los medios, siempre con una sonrisa, sincera abierta y alegre. Un titular comentaba este hecho: “Perdió un ojo pero nunca perdió la sonrisa”

Desde hace unos meses en mi departamento hemos implantado un juego que consiste en que cada viernes una persona envía al resto algo gracioso, un video, un chiste… y tiene que nominar al que le toca continuar esta cadena la siguiente semana, el asunto de estos correos es: “sonríe, es viernes”. Hace un par de semanas a la compañera que le tocaba se le paso enviarlo… supongo que el exceso de trabajo, el caso es que envió su chiste el lunes y  cambio el asunto del correo, que fue: “Sonríe es viernes, lunes, martes… ¿qué más da? Sonríe siempre! “ Y es verdad, ¿porque limitarnos nosotros mismos a una cultura de la sonrisa solo el viernes? Y a esto os quiero animar en este post, a que sonriamos siempre porque descubramos el valor de la sonrisa.

Hay distintos tipos de sonrisa, la sonrisa Duchenne es la más genuina de todas, es la sonrisa en la que movemos los músculos de la boca pero también el musculo orbicular de los ojos, es la más auténtica porque es la que se corresponde con la respuesta emocional de la alegría, se dispara de manera involuntaria como reflejo de esta emoción. Hay numerosos estudios psicofisiológicos sobre la sonrisa, en todos ellos se demuestra que al sonreír liberamos endorfinas, que son esas sustancias del cerebro que reducen la ansiedad y el dolor físico y nos dan la sensación de bienestar. Las endorfinas nos ayudan a tener una actitud positiva y ese estado mental a su vez nos predispone a razonar con mayor claridad.

Por el contrario el enfado nos bloquea mentalmente, nos impide fijarnos en detalles, nos polariza en posturas de todo/nada que impiden ver los matices, y nos puede llevar hasta el rapto emocional que es una situación de irracionalidad. Lo bueno del enfado es que se pasa, sigue una curva normal, por lo que sabemos que con el paso del tiempo el enfado tiende a disminuir. Esto es muy útil saberlo a la hora de relacionarnos con una persona enfadada y para gestionarnos a nosotros mismos, espera un poco a que se te pase el enfado, no tomes esa decisión en caliente, ni tengas esa conversación en la parte alta de tu curva del enfado porque posiblemente digas cosas de las que después te arrepientas.

La sonrisa tiene también un efecto emocional sobre los demás, es contagiosa, tiene un efecto multiplicador y genera actitudes positivas de los demás hacia nosotros, facilita la comunicación y además ilumina el rostro y resalta la belleza. Todo son ventajas al sonreír, ¡y no me vengas a chafar con las patas de gallo! Son líneas de expresión, y benditas arrugas sin son las marcas que deja una vida feliz.

Otra sonrisa que me viene a la cabeza, porque pude verla en persona recientemente, fue la de Jaume Sanllorente, el fundador de la ONG “Sonrisas de Bombay”, sonrisa Duchenne donde las haya, pegadiza y contagiosa, y es que la sonrisa tiene el poder de convencer, de animar, de facilitar… El total convencimiento de Jaume de que cada persona es valiosa en sí misma y digna de ser regalada con una sonrisa, le lleva además de a sonreír a ser un gran comunicador, entusiasta, líder y emprendedor.

¿Porque no sonreímos más? Me lo pregunto a mí misma también.

Todos tenemos preocupaciones, agobios, fallos… pero también todos tenemos alegrías, éxitos, motivos de agradecimiento… creo que es cuestión de fijarnos más en lo positivo, con esfuerzo, porque por tendencia natural solemos poner la atención sobre lo negativo, así somos. Del pensamiento positivo a la sonrisa, pero también de la sonrisa al pensamiento positivo, que ambos tienen la capacidad de ser causa y efecto, sonríe más y veras los efectos en ti mismo y a tu alrededor.


 ¡Sonríe, es gratis! Dan ganas de ponerlo en vallas publicitarias por toda la ciudad, de fondo de pantalla, de estado del Whatsapp… aunque ahora sabemos, espero haberte convencido, que el mejor modo de propagar este mensaje es contagiando nuestra sonrisa a nuestro alrededor, podría ser una nueva revolución ¿lo intentamos?

Almudena Gutierrez Merelles

martes, 8 de octubre de 2013

EMPUJONCITOS Y MALAS NOTICIAS

El coaching no es un fenómeno nuevo. Que yo recuerde, y eso que tengo poca memoria, desde Alejandro Magno ya se venía practicando esta actividad de forma muy lucrativa. Grandes figuras de la humanidad tuvieron un mentor que les ayudó a tomar decisiones y crecer como personas. Estrujando un poco la memoria me vienen ejemplos a la cabeza como Mozart, Leonardo Da Vinci o en tiempos más recientes, Rafa Nadal.  Incluso me vienen otros que no tuvieron mentor y que les fue mal (me encantan este tipo de demagogias).

¿Y yo?, si no tengo mentor, ¿estoy perdido? o, como poco, ¿condenado a que me vaya mal? En mi opinión si no tienes un buen mentor sería bueno buscarse una buena pareja que, al menos tenga la voluntad de ponernos en nuestro sitio cuando llegue el momento. Y, si no hay ser vivo que sea capaz de convivir contigo, entonces debes practicar el sano ejercicio de la humildad. La humildad es el arma secreta de los que no tienen mentor. Esto creo que me da para otro post: “el arma secreta de los que no tienen mentor” (próximamente).

Volviendo al tema que nos ocupa, considero que no hay que confundir coach o mentor con gurú, experto o simplemente consultor. Mucha gente recurre a ciertos profesionales por los conocimientos que supuestamente tienen o porque han salido en la tele. Estos son los que llamamos gurús y que nos pueden ayudar con algún aspecto puntual de nuestra vida, normalmente laboral (aunque también cubren aspectos personales como los consejeros matrimoniales). Por el contrario, si lo que necesitas es una ayuda, que te impulse a crecer en todos los planos de tu vida y a desarrollarte no sólo como un buen profesional, sino como una buena persona, entonces las alternativas son las mismas hoy que hace mil años: un cura (o un psicólogo en su versión más moderna) o un amigo, es decir alguien que no te tenga miedo, que te conozca bien y que te quiera. Esto es un mentor, del griego Méntor, personaje de la Odisea, consejero de Telémaco.

Te tiene que conocer bien en tu faceta profesional y en el plano personal. Ambos son importantes y en ambos somos distintos. También te tiene que querer. Con esto me refiero a que te tenga respeto, valore lo que haces y te lo demuestre. Por último, es fundamental que sea capaz de decirte las cosas: que sepa darte buenas y malas noticias. La diferencia entre un buen y un mal mentor es que el segundo te da cariño, te da consejos, pero no te da empujoncitos ni jarros de agua fría. Sin empujoncitos ni jarros de agua fría no vamos a ninguna parte.

Ante las decisiones difíciles de la vida buscamos orientación en otras personas, preguntando y recabando opiniones, no obstante, rara vez alguien se arriesga a decirnos abiertamente lo que mejor nos conviene. Un mentor debe ser capaz de darnos el empujoncito necesario para que no nos quedemos paralizados, con la seguridad de que nos conoce suficientemente bien como para no tener miedo a las consecuencias.

Por otra parte, es bastante evidente que si alguien no es capaz de darte malas noticias no es digno de hacerse llamar mentor. Los jarros de agua fría están a la vuelta de la esquina y si posponemos nuestro encuentro con ellos se acumulan y sientan mucho peor.


En resumen, no pretendo, con este post, hacer la radiografía de un buen coach, tampoco defender la necesidad de la figura del mentor. Pero creo que puestos a buscar consejeros para nuestras decisiones más profundas, debemos tener claro qué buscamos en aquellas personas que nos rodean y saber diferenciar entre consultores (o gurús) y mentores o coach. Sobre estos últimos, averiguar su capacidad de dar empujoncitos y su estilo de dar malas noticias, en mi opinión, es esencial.