martes, 21 de enero de 2014

HABLAR EN PÚBLICO

Hace ya algún tiempo me convencí de que hablar en público de manera convincente es esencial para llegar a las personas y poder transmitir ideas. Además, transmitir ideas es una parte importante del trabajo que desempeña el 90% de la fuerza laboral de un país, desde un albañil que tiene que explicar a su cliente cómo va a hacer esa reforma tan necesaria, hasta el presidente de cualquier empresa del IBEX-35 explicando a los accionistas su gestión. Por otro lado soy consciente del déficit que existe en la sociedad española en este asunto. Durante años nos educan para que escuchemos, no para que hablemos y, de hecho, cuanto más grado de educación alcanzamos, mayor es el énfasis en la escucha y memorización y menor en el aprendizaje activo: la guardería es la única etapa en la que se incentiva, provoca e induce a los niños a que sean proactivos. En cuanto vas subiendo cursos cada vez hay menos interacción y las clases pasan a ser sesiones magistrales en las que 100 personas escuchan a un catedrático aburrido de soltar el mismo discurso año tras año. ¿Cuándo me toca hablar a mí?, ¿cuándo me van a sacar de mi zona de confort para que me lance a hablar en público? Pocos jóvenes se hacen esta pregunta… no hasta que llegan a la empresa y el jefe les dice que tiene que hacer una presentación. Aprendemos a base de errores, pero en el caso de la comunicación, los españoles, aprendemos a base de fuertes presiones y grandes errores, pues no nos dejan equivocarnos y aprender antes. Uno de mis propósitos vitales es anunciar, denunciar y ayudar a mitigar, en la medida de lo posible, estas deficiencias que tanto lastran a los españoles.

Los españoles sentimos muy bien la vergüenza ajena: nos divierte que una alcaldesa hable inglés como si no hubiera salido de Barbate en toda su vida y en menos de un día tenemos las redes sociales llenas de chistes; somos fans de las bromas sobre políticos y personalidades que meten la pata ante un micrófono; y nos encanta reírnos de las pifias que cometen otros españoles cuando hablan en público. Pero a nadie le entran ganas de hablar en público; a nadie le entran ganas de introducir, en el sistema educativo, mecanismos que perfeccionen estas habilidades y a nadie le entran ganas de crear organismos que fomenten la comunicación. Preferimos seguir riéndonos de nosotros mismos, porque nos han dicho que es muy sano.
Estos días estoy leyendo un libro sobre este asunto que ha caído entre mis manos, por recomendación de un amigo. El libro se llama “Speak and get results” (habla y obten resultados) de Sandy Linver, experta en comunicación dedicada a formar a directivos en oratoria. No soy de los que piensan que haya que leer mucho libro sobre hablar en público para ser un buen orador, pero me gusta profundizar en estos temas, para poder ser así más didáctico. Sandy ofrece un método para aproximarse al mundo de la comunicación efectiva, y creo que realmente ayuda a mejorar. Diría que es un comienzo. De hecho puedo decir que es de los mejores libros de “hablar en público” que he leído, lo recomiendo.
No obstante, tanto Sandy como la mayoría de los buenos oradores que conozco dicen lo mismo: a hablar se aprende hablando. Con 30 minutos de teoría y 30 horas de práctica uno se pone en el camino adecuado.

Os animo a que aprovechéis vuestros trabajos, vuestras reuniones de amigos, vuestras actividades de tiempo libre… cualquier momento para probar vuestras habilidades de comunicación. Si hacemos esto de forma consciente, no sólo mejorará nuestra capacidad oradora, también seremos capaces de transmitir mejor nuestras ideas, tendremos ocasión de alcanzar mejores negociaciones, e incluso seremos ejemplo para mucha gente.

lunes, 6 de enero de 2014

Foco


Muchos hablan en estos días de los propósitos de principio de año, yo no voy a cargar las tintas en el tema, tan solo te quiero proponer una cosa para este año que comienza que te será muy útil para todo, se trata de focalizar tu atención, un ejercicio que resulta indispensable en el mundo 2.0 en el que vivimos.

Desde que leí su libro “Inteligencia emocional”  admiro a Daniel Goleman, eso explica la emoción que sentí el día que me acepto como contacto en Linkedin, es la increíble potencia de las redes que nos permiten conectar con gente en todo el mundo, y desde entonces he seguido de cerca su trabajo, recientemente ha publicado su libro “Focus: desarrollar la atención para alcanzar la excelencia” en el que habla de la atención como un musculo de la mente que podemos entrenar y que “La distracción es enemigo de nuestras capacidades. Si dejamos que entre, el producto de lo que sea que estemos haciendo será inferior al que podía haber sido de estar completamente concentrados.”


Mientras escribo estas líneas, y seguramente mientras tú  las lees te pasa lo mismo, parpadea la luz del móvil porque ha entrado algún watsapp, aparece un globo con el asunto de un mail que llega a mi bandeja de entrada,  mientras el móvil vibra por un comentario que alguien puso en Facebook… es un constante bombardeo el de las alarmas y notificaciones, interrupciones, llamadas… la mente se acostumbra a una continua interrupción y esta tan alto el umbral de estímulos al que nos acostumbramos que a veces, lo confieso,  me he pillado a mí misma interrumpiéndome si acaso los elementos de fuera no lo habían hecho por algunos minutos, y ¿qué pasa con todo esto? Pues que nuestra capacidad de concentración se ve muy mermada, desciende nuestro rendimiento, aumentan los errores, somos capaces de hacer menos cosas, esto es así en contra de la falsa creencia de que cuantas más cosas hacemos a la vez más cosas sacamos adelante. Como dice Goleman: “Para empezar, debemos asumir que la mente sólo puede centrarse en una cosa a la vez. A menudo creemos que el cerebro es multitarea, pero no es cierto. Cuando hacemos varias cosas a la vez no las hacemos igual de bien.”

Recientemente he cambiado de ocupación, en mi puesto anterior tenía que gestionar personas y resolver problemas, mi trabajo entraba por el correo y el teléfono, peticiones, solicitudes, preguntas… a la vez de gestionar tenía que reportar, informes, estadísticas… te acostumbras a trabajar a golpe de interrupción, de demanda de fuera, de urgencias… mientras vas sacando a duras penas los informes y reportes, porque  por supuesto las personas y el negocio es lo primero… pero me doy cuenta ahora que resultaba muy difícil concentrarse y sobre todo pensar. Actualmente mi trabajo en consultoría requiere estudiar a fondo los problemas, recabar datos, pensar soluciones, tengo muchas menos interrupciones y por fin puedo planificar mis tareas, he redescubierto la maravilla de focalizar, centrarse, concentrarse, y pensar…

Pero, ¿depende tanto del puesto y de las tareas? ¿no hay algo en nuestra actitud y modo de comportarnos que nos lleva a perder el foco?

Hay dos fenómenos que se han estudiado últimamente en psicología y que tiene que ver con esto que te comento, creo que es útil que nos detengamos un momento a describirlos, uno es el síndrome del tren que se escapa, es la necesidad de estar conectado a las redes y fuentes de información las 24h del día para no perderse nada, que se agrava con una sensación irreal de no poder acceder a esa información más tarde (como si fuera la ropa de Zara que no encontraras el próximo día que visites la tienda).

El otro fenómeno es el zombie surfing que es esa situación de semi-consciencia  que nos lleva a ir saltando de enlace en enlace, abriendo infinitas pestañas en el navegador, generalmente de temática diferente, y que nos desvían de nuestro objetivo inicial de la consulta.

Hay varios trucos que pueden ayudarnos a cortar con todo esto, que al fin y al cabo la atención algo tiene que ver también con la voluntad, nos ayudaran a centrarnos en lo que tenemos entre manos:

·         Desactiva las notificaciones, o acostúmbrate a pensar que no son tareas pendientes, puedes dedicar un rato al día a contestar a comentarios y mensajes. Programa cuando leer el correo, deja cosas para leer más tarde o cada x tiempo, el que te hayas fijado.

·         Guarda lo que encuentres por la red que te gusta o interese en favoritos, y ponte un momento para leerlo, pero no sigas la inmediatez del momento.

·         Gestiona tu tiempo de conexión en las redes, cuanto y cuando. Existen ya aplicaciones que te pueden ayudar a controlarte como “keepmeout”.

En definitiva, defiende tu foco de los killers que lo amenazan, céntrate en lo que tienes entre manos en cada momento, y llegaras lejos, aprenderás, trabajaras con eficacia, y además serás más libre porque gobernaras tu vida y tu tiempo, no lo dejaras a merced de los estímulos externos que tratan de atraparlo.
Me despido aprovechando para desearte un feliz y centrado año, con foco en tu trabajo y en tus objetivos, y  en esos propósitos con los que empiezas el 2014. Espero que el nuevo look del blog te haya gustado, ha sido nuestra pequeña sorpresa para el principio de año.

Almudena Gutierrez

martes, 24 de diciembre de 2013

INCERTIDUMBRES

Os escribo desde Hinojosa de Duero, un pequeño pueblo salmantino en la frontera entre España y Portugal en el que nació mi madre y al que vengo todos los años a celebrar la Navidad con amigos y familia. Es un buen lugar y un buen momento para hacer repaso del año pasado y pensar en los acontecimientos que tenemos por delante. Junto a la chimenea de mi casa, desde donde estoy ahora mismo, todo se ve muy lejano y la perspectiva te ayuda a reflexionar.

Recibir información a través de los sentidos es un arte que se debe conocer y perfeccionar. Durante todo el año somos receptores de información que de un modo u otro entra a nuestro cerebro a través de los sentidos: olfato, vista, oído, gusto y tacto. Toda esta información la procesa el cerebro a través de una serie de mecanismos que nosotros mismos entrenamos y sobre los que trabajamos constantemente para mejorar las decisiones que hacemos. Los expertos hablan de un proceso de 8 etapas que culmina con la más tangible: el plan de acción (Organizar las ideas, reconocer obstáculos, enmarcar el asunto, generar alternativas, evaluar alternativas, tomar decisiones, comunicar las decisiones e implantar la decisión).

No obstante, en la mayoría de los asuntos sobre los que tomamos decisiones, las incógnitas son más que las respuestas. En estas fechas navideñas se elaboran de planes profesionales y personales para el 2014 que están repletos de preguntas sin resolver sobre las que sólo el tiempo dictaminará sentencia. Cada vez que, a través del estudio y la experiencia, llegamos a una respuesta, nuevos interrogantes y dudas aparecen en el horizonte. Os recomiendo que no insistáis mucho en hallar respuestas. Os animo a aquellos que aprovecháis estos días para cultivar vuestro espíritu, que pidáis y trabajéis por desarrollar una mente abierta, con análisis profundo y crítico de los problemas que se os plantean, pero no recéis para que se os den respuestas a vuestros interrogantes pues sólo hallaréis preguntas.

En mi opinión es necesario aprender a convivir con la incertidumbre, saber que lo único cierto y real es lo que ocurre ahora mismo. En la medida en la que seamos capaces de tener una relación natural con la incertidumbre conseguiremos reducir nuestras angustias y ansiedades, nos preocuparemos menos por el futuro y más por el presente y conseguiremos tener una relación con nosotros mismos mucho más fluida que se transmitirá también hacia afuera, en nuestra relación con los demás.

La Navidad es un periodo estupendo para la reflexión, para cultivar nuestro espíritu, para plantearnos nuevas metas, para analizar nuestra relación con los demás y con nosotros mismos, etc. Aprovechémosla sin dudarlo, pero no pretendamos tener la solución y los problemas al mismo tiempo, no nos preocupemos en conocer el final del camino sin antes recorrerlo, no gastemos fuerzas en obtener respuestas e invirtámosla en generar preguntas y en trabajar cada día. Os animo a que os hagáis “amigos” de la incertidumbre y os preocupéis en andar el camino que tenéis bajo vuestros pies.

Mientras el fuego de mi chimenea se consume pienso en el tostón que voy a cenar esta noche y no puedo evitar sonreír, ser feliz y disfrutar de la familia y amigos que me rodea, sabiéndome un privilegiado. Me gusta aprovechar el momento, disfrutar cada paso del camino, aun cuando grandes incógnitas rodean nuestra vida… Os animo a que hagáis lo mismo. El futuro será en función de lo que hagamos hoy, por tanto, no empobrezcáis vuestro futuro por no pensar en vuestro presente o porque las dudas os paralicen. Feliz Navidad.

martes, 10 de diciembre de 2013

Extiende tu red personal de aprendizaje















Estoy segura que muchos os sentiréis identificados con esta frase de Churchil:
“Odio que me enseñen pero me encanta aprender”
En el nuevo paradigma educativo del momento, el constructivismo, y en la sociedad de la comunicación en la que vivimos es necesario más que nunca “aprender a aprender” ya que la formación no se ciñe a un tiempo y lugar determinado si no que nos exige mantener una capacidad de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Aprender es una de las grandes motivaciones del ser humano, de esas que se sitúan en lo alto de la pirámide de Maslow, que llenan y realizan nuestras vidas, y que hoy más que nunca está al alcance de todos , depende de nuestro interés y esfuerzo personal que mantengamos esa capacidad de aprendizaje, adquiramos nuevos conocimientos y desarrollemos nuevas competencias.
En el llamado Entorno Personal de Aprendizaje,  que son todos esos sistemas que facilitan el acceso al conocimiento y hacen que el estudiante tome el control y gestión de su propio aprendizaje, en otras palabras son esa combinación de dispositivos, aplicaciones, servicios y redes personales que empleamos para adquirir de forma autónoma nuevas competencias y conocimientos.  En este entorno lo característico es que el estudiante:
-          Fija los objetivos del aprendizaje.
-          Gestiona la instrucción, los contenidos y los procesos.
-          Se comunica con otros en el proceso formativo.
Las posibilidades que disponemos hoy en día para aprender son infinitas, desde seguir a los gurús de tu ámbito a través de Twitter, LInkedin o en sus propios blogs,  enriquecerte con lo que tus amigos comparten en Facebook, Slideshare o Pinterest,  hasta la posibilidad de hacer un curso gratuito de Harvard o Stanford  a través de Coursera o de otras muchas plataformas que ofrecen MOOCs. Es tanta la información disponible que conviene poner cabeza y gestionarse bien, para sacar el máximo partido a nuestra red personal de aprendizaje.
Como obtener más beneficio de tu red? Con tres verbos: Filtrar, compartir y conectar.

Filtrar
Elije bien a quien seguir, elimina los contactos que generan ruido y no te enriquecen, gestiona tu tiempo y planifica. Dentro de tu red distinguiría a los “Focalizadores” expertos que te hacen profundizar en tu área, y a los “Amplificadores” aquellos que despiertan en ti otros intereses, porque se dedican a temas muy distintos y que te aportan otros puntos de vista, revisa que tienes ambos perfiles.
Compartir
Aporta contenido a tus publicaciones en lo que realmente tu sabes, comenta en blogs, retuitea, comparte en tu muro, si algo te ha gustado y crees que es interesante compártelo con tu red.
Conectar
El aprendizaje hoy es entendido como el proceso de conectar nodos y fuentes de información, hay que nutrir y mantener esas conexiones para facilitar ese aprendizaje continuo. Tú te nutres de los demás y los demás a su vez se conectan a través tuyo y se alimentan de tus aportaciones, haz por ser un buen conector en tu red.
 
Como dijo Nelson Mandela, no podía dejar de nombrarlo… “La educación es el gran motor del desarrollo personal” y estoy convencida que tienes todavía mucho que crecer, que puedes dar más, que tus capacidades tienen mucho que fructificar. Me alegraría si este post te anima a seguir aprendiendo cada día, y te lleva a revisar tu red de aprendizaje para sacarle más partido; espero que EMBArcados permanezca en tu red, que este entre los blogs que te ayudan a aprender, que no se quede en el camino en tu proceso de filtrado, y que nos veamos en el próximo post!.


lunes, 25 de noviembre de 2013

MIEDOS

Hace un par de semanas me llamó un buen amigo todo orgulloso para contarme que había ido a Tenerife y que el viaje lo había hecho de lo más relajado. Al principio no me percaté de qué quería decir con eso, pero en cuanto me soltó: “si yo lo he hecho, tú puedes superar tu miedo a las agujas”. Entonces recordé que mi amigo tiene (o tenía) pánico a volar (en aviones). Le animé a que escribiera su experiencia y así podríamos publicarlo en EMBArcados, pero no lo vio claro y decidí robarle la idea.

Efectivamente, tengo un miedo irracional a las agujas (y a casi todo lo que tenga que ver con estar metido en un hospital), lo confieso, pero también confieso que he aprendido, para mi alivio, que no soy el único; y no me refiero a tener ese miedo en concreto, sino que no soy el único que tiene miedo a algo. Los miedos son parte natural de los seres humanos, en mi opinión, son la mejor muestra de que además de humanos somos animales. Hay muy pocos sentimientos tan irracionales, y por lo tanto, tan poco humanos, como el miedo. Quizá el amor se le aproxime, pero incluso el amor tiene algo de racional (dejo esta discusión para foros más filosóficos). En cambio, el argumento que planteo es el siguiente: si el miedo es un sentimiento irracional y si además es parte de nuestra condición animal, el miedo es, por tanto, parte natural de nosotros. Además creo que se expresa en mayor o menor grado, y en unos planos u otros, según las personas. Pero todos tenemos miedo a algo.

¿Y a dónde me lleva todo esto? A que en las organizaciones, como estructuras formadas por personas que son, existen miedos. Muchos afloran y se perciben a simple vista. Por ejemplo, es fácil detectar cuando una organización tiene estrategia conservadora, no toma riesgos en su política de compras, etc. Estos miedos no son más que los miedos de las personas que gestionan la organización. Y del mismo modo, existen miedos ocultos o miedos que no se perciben a simple vista. Por ejemplo decisiones políticas o venta de participaciones por miedos familiares.

No obstante los miedos que más interesan, y sobre los que cada uno podemos actuar, son los que tenemos nosotros mismos y las personas que nos rodean. Conocer qué sesgos o miedos tienen nuestros colaboradores nos va a ayudar a entender mejor el porqué de sus actos. Por ejemplo, saber que un colaborador siente total aversión al riesgo o que tiene miedo a perder su sueldo, nos ayuda a trabajar mejor con él o ella, pues entenderemos muchas de sus decisiones. Mucho más si los miedos que conocemos son los propios. Éstos son los más difíciles de alcanzar, y sin embargo deberían ser los primeros que analizásemos. Conocernos a nosotros mismos pasa por conocer nuestros miedos. Este ejercicio de reflexión (que no se consigue en una tarde, sino en mucho tiempo) es la base para entender nuestras propias decisiones.


Saber cuál es el color del cristal de nuestras gafas, conocer qué ven nuestros ojos cuando miran al mundo, parece obvio, pero es una tarea que requiere tiempo y dedicación a uno mismo. El resultado merece la pena, en primer lugar, es el mejor punto de partida para entender a los demás. En segundo lugar, te da una perspectiva más veraz de las cosas, pues somos conscientes de nuestros propios sesgos. Por último, nos recuerda que tenemos una parte animal de la que no debemos olvidarnos y que juega un papel relevante en la toma de decisiones.

martes, 12 de noviembre de 2013

BEA JOY


A dos días del paso del tifón que asolado Filipinas, y que me tiene sobrecogida, entran en mi buzón de correo dos mensajes que me llenan de orgullo y de esperanza, orgullo de pertenecer a una compañía preocupada por hacer algo ante una catástrofe de este calado y esperanza en que algo podremos hacer desde aquí para ayudar a esos casi diez millones de personas que lo han perdido todo y están en unas circunstancias limite. Un correo de la Fundación corporativa animando a ayudar económicamente a distintas organizaciones que están prestando su ayuda humanitaria en la zona, y dando facilidades para hacer esos donativos a través de la nómina; Otro el e-mail del presidente de la compañía informando de que nuestros compañeros filipinos se encuentran bien, aunque muchos de ellos han perdido sus casas y a sus seres queridos, y mostrándoles todo nuestro apoyo.
He oído muchas veces hablar con escepticismo de la Responsabilidad Social Corporativa, es cierto que en muchos casos se ha utilizado para lavar la imagen de las empresas que en algún aspecto eran mal miradas por su impacto negativo en el medio ambiente o algún tema similar. Pero si analizamos el efecto de este tipo de acciones para las empresas y sus trabajadores creo que llegaremos a otro tipo de conclusiones, mucho más positivas.

Para la Organización Internacional del Trabajo la RSC es el conjunto de acciones que toman en consideración las empresas para que sus actividades tengan repercusiones positivas sobre la sociedad y que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y procesos internos como en su relación con los demás actores implicados.  
Creo que las empresas son de por si agentes sociales importantes por ser generadoras de riqueza y empleo, además a través de la RSC, está demostrado, que se adquieren ventajas competitivas y de este modo las empresas se ayudan ayudando, y cada vez más la RSC forma parte de la estrategia de las empresas para lograr su objeto social.
Desde el punto de vista de las personas   tiene un impacto en el compromiso e implicación de los empleados con la compañía, y refuerza la motivación trascendental. Según el profesor Juan Antonio Pérez López, la motivación trascendental es la que lleva a actuar según las consecuencias de nuestras acciones para otras personas, distintas de la que realiza la acción, cuyas necesidades se busca satisfacer. Todo esto beneficia el clima laboral y en definitiva al rendimiento y la buena marcha de toda la compañía.
Yo estoy orgullosa de participar en el programa de redondeo de nómina por el que con los céntimos de muchos hacemos una cantidad interesante que se destina cada año a proyectos sociales diversos; y también de haber tenido la oportunidad de  participar como voluntaria, como mentora, de varios jóvenes en riesgo de exclusión social que han podido formarse y acceder a un empleo a través de uno de los programas de Responsabilidad Social Corporativa.
El problema es que la Responsabilidad Social exige una gran coherencia en el resto de políticas y prácticas de la compañía o su efecto puede volverse el contrario. Una  empresa que no se preocupa por el desarrollo de sus personas, que no tiene unas políticas salariales equitativas, que no busca la conciliación y la igualdad, no puede pretender conseguir el compromiso de sus empleados por favorecer determinadas prácticas solidarias. Por lo tanto la RSC tiene que estar muy integrada en el resto de la estrategia, tiene que tener un compromiso por parte de la dirección y un modo de medir su impacto para que sea eficaz, no solo como ayuda hacia fuera sino también como un beneficio interno.
 
 

Bea Joy es el nombre del bebe milagro que nació en medio del huracán a la que hoy dedico este post, un bebe que es un signo de vida y de futuro para esas personas que lo han perdido todo y tienen muy difícil sobrevivir, a no ser que entre todos hagamos algo por ayudarles de manera corporativa y/o personal, o como podamos.  
Almudena Gutierrez Merelles
 
Imagen. Fuente: AFP                       

lunes, 4 de noviembre de 2013

Valores

Por Jorge Barcelona.

Me considero un frustrado hombre de letras. Así, a pesar de ser un ingeniero (re)formado en el IESE,  no encuentro demasiado sugerente la exactitud y ortodoxia de la ciencia; al contrario de lo que me ocurre con ciertas cuestiones sobre pensamiento.

Me ocurre lo mismo cuando se trata de sentimientos negativos. Si tolero, quizá con la resignación del que se sabe pecador, una falta matemática; no me ocurre lo mismo cuando es el lenguaje lo que se prostituye. El lenguaje es el instrumento con el que expresamos emociones, con el que definimos el sentido de nuestra vida, y que nos permite ser conscientes de lo que somos. Por eso, me exaspera cuando alguien, regateando en lo intrincado de las emociones, abusa del lenguaje y despega las palabras de su significado.

Viene todo esto a cuenta de ciertas palabras y conceptos muy usados hoy en día, que, al modo de aquella célebre canción, se les ha gastado el significado de tanto usarlo. Como un virus que se hace resistente a un antibiótico, el hecho de nombrar tanto esas palabras, al modo de una jaculatoria que ahuyente los malos espíritus, no hace que las cosas sucedan.

En la empresa, hay quizá dos conceptos que se (ab)usan a todas horas: los valores y los recursos humanos. De los segundos, porfío a los tres o cuatro que lean este escrito que encuentren una empresa que no diga aquello de nuestros empleados son el mejor activo de esta empresa.  Todavía no sé muy bien lo que eso significa. Miré mi nombre en el balance y no lo encontré.

De los primeros, igual. Todas empresas ponen en su frontispicio la palabra valores. Hoy hablaré de los valores.

Todas empresas tienen valores. Todas. El gran carnaval de la información que supone internet ha significado que todas empresas hayan proclamado voz en cuello a sus interesados (empleados, clientes, proveedores y accionistas) una declaración de valores. Por supuesto, en esta declaración, los valores que aparecen son de una pureza que me atrevería de calificar de cuasi divina, mística.  Vuelvo a porfiar a los dos o tres contumaces lectores que, pese a todo,  continúen leyendo,  a que se lean la declaración de valores de su empresa. Si uno sólo, repito, uno sólo no está de acuerdo con dicha declaración, puede reclamarme una satisfacción. También apuesto a que muchos, no hallarán rastro de esos valores en su empresa.

Como he dicho antes, la cuestión es que toda empresa tiene valores. Y es verdad; aunque quizá los valores reales de la empresa, nada tengan que ver con los que, contritos, rezan en sus salvíficas declaraciones de principios. Cuando hacemos referencia a los valores de una empresa, todos damos por sentado que los valores son buenos valores. Faltaría más. Nadie va a poner de manifiesto que los principios que guían la acción de una empresa son la codicia, la avaricia, el cortoplacismo o la envidia. Claro que no. En el fondo, tanto cuando trabajamos como cuando confiamos en una empresa para resolver una necesidad, nos gusta creer que nuestras acciones trascienden y se identifican con valores que nos hacen sentir orgullosos. Sin embargo, la realidad es que, en el quehacer diario, muchas empresas sí que se rigen por los valores anteriormente citados.

Si nos ponemos técnicos o puristas, podríamos decir que los valores que figuran en las famosas declaraciones podrían llamarse valores externos o explícitos, mientras que los valores que definen la acción cotidiana de una empresa son los internos o implícitos.  ¿Y qué ocurre cuando valores implícitos y explícitos no sólo son diferentes,  sino que incluso pueden ser contradictorios? Veamos. Si esto ocurre de forma consciente, decir lo contrario de lo que se piensa/hace con intención de engañar es la definición que da el catecismo de la mentira. No estoy seguro de cuál es el término que define una actuación inconsciente en contra de lo que se proclama, aunque lo primero que se me viene a la cabeza es esquizofrenia.

Como empleado, cliente, proveedor o (potencial) accionista de una empresa, no es la clase de disyuntiva a la que quisiera enfrentarme. La elección entre una mentira y una esquizofrenia, no me inspira sentimientos muy  halagüeños. Estoy seguro que el lector que, inasequible al desaliento, ha llegado a este punto, (y que, a buen seguro,  guarda una relación  familiar de primer grado con un servidor) tampoco se sentiría  orgullos@ de formar parte de una mentira o de una esquizofrenia. Las empresas que sufran uno de estos males, o los dos, están en el camino del fracaso. Provocan insatisfacción y desconfianza en sus empleados, resignación en sus clientes, vergüenza en sus accionistas y recelo en sus proveedores. A la larga, acaba afectando al tótem al que  todo directivo, embustero o esquizofrénico, rinde pleitesía: la cuenta de resultados.  

Pondré un ejemplo. Hace meses, en una decisión que todo el mundo consideró arbitraria, YPF fue expropiada a Repsol por el gobierno argentino. Tras tal arbitrariedad, se encontraba la codicia que despertó el descubrimiento del célebre yacimiento de Vaca Muerta. Tiempo después, se supo que la norteamericana Chevron había alcanzado un acuerdo con el gobierno argentino para explotar conjuntamente este yacimiento. De esta forma, descubrimos otro codicioso, esta vez norteamericano, que se aprovechó de un atropello para engordar su cuenta de resultados.
En la web de Chevron,  he encontrado varias referencias a los valores, aquí (http://www.chevron.com/corporateresponsibility/approach/ethicsgovernance/)  y aquí (http://www.chevron.com/about/chevronway/) . Bueno, parece ser que estos valores se despistaron un tanto cuando se trató de exprimir la tierra en el remoto lugar llamado Vaca Muerta. ¿Qué mensaje envía aquí esta empresa? Cuando un empleado se enfrente a un dilema, el valor que guiará su decisión lo marcará no la beatífica enumeración de valores que aparece arriba, sino lo que sus jefes decidieron. Primero la cuenta de resultados, y luego the highest ethical standards in all dealings… ¿ Mentira o esquizofrenia?  A saber. Lo que sí sabemos, es que acción a acción, decisión a decisión en esta línea, nadie terminará por sentirse orgulloso de participar de aquella empresa.

Bueno, no arriesgaré más. No permitiré que el lector abandone y esto se convierta en un monólogo. Los valores dan para mucho, seguiremos hablando de ellos. 

Jorge de Barcelona