martes, 10 de diciembre de 2013

Extiende tu red personal de aprendizaje















Estoy segura que muchos os sentiréis identificados con esta frase de Churchil:
“Odio que me enseñen pero me encanta aprender”
En el nuevo paradigma educativo del momento, el constructivismo, y en la sociedad de la comunicación en la que vivimos es necesario más que nunca “aprender a aprender” ya que la formación no se ciñe a un tiempo y lugar determinado si no que nos exige mantener una capacidad de aprendizaje a lo largo de toda la vida.
Aprender es una de las grandes motivaciones del ser humano, de esas que se sitúan en lo alto de la pirámide de Maslow, que llenan y realizan nuestras vidas, y que hoy más que nunca está al alcance de todos , depende de nuestro interés y esfuerzo personal que mantengamos esa capacidad de aprendizaje, adquiramos nuevos conocimientos y desarrollemos nuevas competencias.
En el llamado Entorno Personal de Aprendizaje,  que son todos esos sistemas que facilitan el acceso al conocimiento y hacen que el estudiante tome el control y gestión de su propio aprendizaje, en otras palabras son esa combinación de dispositivos, aplicaciones, servicios y redes personales que empleamos para adquirir de forma autónoma nuevas competencias y conocimientos.  En este entorno lo característico es que el estudiante:
-          Fija los objetivos del aprendizaje.
-          Gestiona la instrucción, los contenidos y los procesos.
-          Se comunica con otros en el proceso formativo.
Las posibilidades que disponemos hoy en día para aprender son infinitas, desde seguir a los gurús de tu ámbito a través de Twitter, LInkedin o en sus propios blogs,  enriquecerte con lo que tus amigos comparten en Facebook, Slideshare o Pinterest,  hasta la posibilidad de hacer un curso gratuito de Harvard o Stanford  a través de Coursera o de otras muchas plataformas que ofrecen MOOCs. Es tanta la información disponible que conviene poner cabeza y gestionarse bien, para sacar el máximo partido a nuestra red personal de aprendizaje.
Como obtener más beneficio de tu red? Con tres verbos: Filtrar, compartir y conectar.

Filtrar
Elije bien a quien seguir, elimina los contactos que generan ruido y no te enriquecen, gestiona tu tiempo y planifica. Dentro de tu red distinguiría a los “Focalizadores” expertos que te hacen profundizar en tu área, y a los “Amplificadores” aquellos que despiertan en ti otros intereses, porque se dedican a temas muy distintos y que te aportan otros puntos de vista, revisa que tienes ambos perfiles.
Compartir
Aporta contenido a tus publicaciones en lo que realmente tu sabes, comenta en blogs, retuitea, comparte en tu muro, si algo te ha gustado y crees que es interesante compártelo con tu red.
Conectar
El aprendizaje hoy es entendido como el proceso de conectar nodos y fuentes de información, hay que nutrir y mantener esas conexiones para facilitar ese aprendizaje continuo. Tú te nutres de los demás y los demás a su vez se conectan a través tuyo y se alimentan de tus aportaciones, haz por ser un buen conector en tu red.
 
Como dijo Nelson Mandela, no podía dejar de nombrarlo… “La educación es el gran motor del desarrollo personal” y estoy convencida que tienes todavía mucho que crecer, que puedes dar más, que tus capacidades tienen mucho que fructificar. Me alegraría si este post te anima a seguir aprendiendo cada día, y te lleva a revisar tu red de aprendizaje para sacarle más partido; espero que EMBArcados permanezca en tu red, que este entre los blogs que te ayudan a aprender, que no se quede en el camino en tu proceso de filtrado, y que nos veamos en el próximo post!.


lunes, 25 de noviembre de 2013

MIEDOS

Hace un par de semanas me llamó un buen amigo todo orgulloso para contarme que había ido a Tenerife y que el viaje lo había hecho de lo más relajado. Al principio no me percaté de qué quería decir con eso, pero en cuanto me soltó: “si yo lo he hecho, tú puedes superar tu miedo a las agujas”. Entonces recordé que mi amigo tiene (o tenía) pánico a volar (en aviones). Le animé a que escribiera su experiencia y así podríamos publicarlo en EMBArcados, pero no lo vio claro y decidí robarle la idea.

Efectivamente, tengo un miedo irracional a las agujas (y a casi todo lo que tenga que ver con estar metido en un hospital), lo confieso, pero también confieso que he aprendido, para mi alivio, que no soy el único; y no me refiero a tener ese miedo en concreto, sino que no soy el único que tiene miedo a algo. Los miedos son parte natural de los seres humanos, en mi opinión, son la mejor muestra de que además de humanos somos animales. Hay muy pocos sentimientos tan irracionales, y por lo tanto, tan poco humanos, como el miedo. Quizá el amor se le aproxime, pero incluso el amor tiene algo de racional (dejo esta discusión para foros más filosóficos). En cambio, el argumento que planteo es el siguiente: si el miedo es un sentimiento irracional y si además es parte de nuestra condición animal, el miedo es, por tanto, parte natural de nosotros. Además creo que se expresa en mayor o menor grado, y en unos planos u otros, según las personas. Pero todos tenemos miedo a algo.

¿Y a dónde me lleva todo esto? A que en las organizaciones, como estructuras formadas por personas que son, existen miedos. Muchos afloran y se perciben a simple vista. Por ejemplo, es fácil detectar cuando una organización tiene estrategia conservadora, no toma riesgos en su política de compras, etc. Estos miedos no son más que los miedos de las personas que gestionan la organización. Y del mismo modo, existen miedos ocultos o miedos que no se perciben a simple vista. Por ejemplo decisiones políticas o venta de participaciones por miedos familiares.

No obstante los miedos que más interesan, y sobre los que cada uno podemos actuar, son los que tenemos nosotros mismos y las personas que nos rodean. Conocer qué sesgos o miedos tienen nuestros colaboradores nos va a ayudar a entender mejor el porqué de sus actos. Por ejemplo, saber que un colaborador siente total aversión al riesgo o que tiene miedo a perder su sueldo, nos ayuda a trabajar mejor con él o ella, pues entenderemos muchas de sus decisiones. Mucho más si los miedos que conocemos son los propios. Éstos son los más difíciles de alcanzar, y sin embargo deberían ser los primeros que analizásemos. Conocernos a nosotros mismos pasa por conocer nuestros miedos. Este ejercicio de reflexión (que no se consigue en una tarde, sino en mucho tiempo) es la base para entender nuestras propias decisiones.


Saber cuál es el color del cristal de nuestras gafas, conocer qué ven nuestros ojos cuando miran al mundo, parece obvio, pero es una tarea que requiere tiempo y dedicación a uno mismo. El resultado merece la pena, en primer lugar, es el mejor punto de partida para entender a los demás. En segundo lugar, te da una perspectiva más veraz de las cosas, pues somos conscientes de nuestros propios sesgos. Por último, nos recuerda que tenemos una parte animal de la que no debemos olvidarnos y que juega un papel relevante en la toma de decisiones.

martes, 12 de noviembre de 2013

BEA JOY


A dos días del paso del tifón que asolado Filipinas, y que me tiene sobrecogida, entran en mi buzón de correo dos mensajes que me llenan de orgullo y de esperanza, orgullo de pertenecer a una compañía preocupada por hacer algo ante una catástrofe de este calado y esperanza en que algo podremos hacer desde aquí para ayudar a esos casi diez millones de personas que lo han perdido todo y están en unas circunstancias limite. Un correo de la Fundación corporativa animando a ayudar económicamente a distintas organizaciones que están prestando su ayuda humanitaria en la zona, y dando facilidades para hacer esos donativos a través de la nómina; Otro el e-mail del presidente de la compañía informando de que nuestros compañeros filipinos se encuentran bien, aunque muchos de ellos han perdido sus casas y a sus seres queridos, y mostrándoles todo nuestro apoyo.
He oído muchas veces hablar con escepticismo de la Responsabilidad Social Corporativa, es cierto que en muchos casos se ha utilizado para lavar la imagen de las empresas que en algún aspecto eran mal miradas por su impacto negativo en el medio ambiente o algún tema similar. Pero si analizamos el efecto de este tipo de acciones para las empresas y sus trabajadores creo que llegaremos a otro tipo de conclusiones, mucho más positivas.

Para la Organización Internacional del Trabajo la RSC es el conjunto de acciones que toman en consideración las empresas para que sus actividades tengan repercusiones positivas sobre la sociedad y que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en sus propios métodos y procesos internos como en su relación con los demás actores implicados.  
Creo que las empresas son de por si agentes sociales importantes por ser generadoras de riqueza y empleo, además a través de la RSC, está demostrado, que se adquieren ventajas competitivas y de este modo las empresas se ayudan ayudando, y cada vez más la RSC forma parte de la estrategia de las empresas para lograr su objeto social.
Desde el punto de vista de las personas   tiene un impacto en el compromiso e implicación de los empleados con la compañía, y refuerza la motivación trascendental. Según el profesor Juan Antonio Pérez López, la motivación trascendental es la que lleva a actuar según las consecuencias de nuestras acciones para otras personas, distintas de la que realiza la acción, cuyas necesidades se busca satisfacer. Todo esto beneficia el clima laboral y en definitiva al rendimiento y la buena marcha de toda la compañía.
Yo estoy orgullosa de participar en el programa de redondeo de nómina por el que con los céntimos de muchos hacemos una cantidad interesante que se destina cada año a proyectos sociales diversos; y también de haber tenido la oportunidad de  participar como voluntaria, como mentora, de varios jóvenes en riesgo de exclusión social que han podido formarse y acceder a un empleo a través de uno de los programas de Responsabilidad Social Corporativa.
El problema es que la Responsabilidad Social exige una gran coherencia en el resto de políticas y prácticas de la compañía o su efecto puede volverse el contrario. Una  empresa que no se preocupa por el desarrollo de sus personas, que no tiene unas políticas salariales equitativas, que no busca la conciliación y la igualdad, no puede pretender conseguir el compromiso de sus empleados por favorecer determinadas prácticas solidarias. Por lo tanto la RSC tiene que estar muy integrada en el resto de la estrategia, tiene que tener un compromiso por parte de la dirección y un modo de medir su impacto para que sea eficaz, no solo como ayuda hacia fuera sino también como un beneficio interno.
 
 

Bea Joy es el nombre del bebe milagro que nació en medio del huracán a la que hoy dedico este post, un bebe que es un signo de vida y de futuro para esas personas que lo han perdido todo y tienen muy difícil sobrevivir, a no ser que entre todos hagamos algo por ayudarles de manera corporativa y/o personal, o como podamos.  
Almudena Gutierrez Merelles
 
Imagen. Fuente: AFP                       

lunes, 4 de noviembre de 2013

Valores

Por Jorge Barcelona.

Me considero un frustrado hombre de letras. Así, a pesar de ser un ingeniero (re)formado en el IESE,  no encuentro demasiado sugerente la exactitud y ortodoxia de la ciencia; al contrario de lo que me ocurre con ciertas cuestiones sobre pensamiento.

Me ocurre lo mismo cuando se trata de sentimientos negativos. Si tolero, quizá con la resignación del que se sabe pecador, una falta matemática; no me ocurre lo mismo cuando es el lenguaje lo que se prostituye. El lenguaje es el instrumento con el que expresamos emociones, con el que definimos el sentido de nuestra vida, y que nos permite ser conscientes de lo que somos. Por eso, me exaspera cuando alguien, regateando en lo intrincado de las emociones, abusa del lenguaje y despega las palabras de su significado.

Viene todo esto a cuenta de ciertas palabras y conceptos muy usados hoy en día, que, al modo de aquella célebre canción, se les ha gastado el significado de tanto usarlo. Como un virus que se hace resistente a un antibiótico, el hecho de nombrar tanto esas palabras, al modo de una jaculatoria que ahuyente los malos espíritus, no hace que las cosas sucedan.

En la empresa, hay quizá dos conceptos que se (ab)usan a todas horas: los valores y los recursos humanos. De los segundos, porfío a los tres o cuatro que lean este escrito que encuentren una empresa que no diga aquello de nuestros empleados son el mejor activo de esta empresa.  Todavía no sé muy bien lo que eso significa. Miré mi nombre en el balance y no lo encontré.

De los primeros, igual. Todas empresas ponen en su frontispicio la palabra valores. Hoy hablaré de los valores.

Todas empresas tienen valores. Todas. El gran carnaval de la información que supone internet ha significado que todas empresas hayan proclamado voz en cuello a sus interesados (empleados, clientes, proveedores y accionistas) una declaración de valores. Por supuesto, en esta declaración, los valores que aparecen son de una pureza que me atrevería de calificar de cuasi divina, mística.  Vuelvo a porfiar a los dos o tres contumaces lectores que, pese a todo,  continúen leyendo,  a que se lean la declaración de valores de su empresa. Si uno sólo, repito, uno sólo no está de acuerdo con dicha declaración, puede reclamarme una satisfacción. También apuesto a que muchos, no hallarán rastro de esos valores en su empresa.

Como he dicho antes, la cuestión es que toda empresa tiene valores. Y es verdad; aunque quizá los valores reales de la empresa, nada tengan que ver con los que, contritos, rezan en sus salvíficas declaraciones de principios. Cuando hacemos referencia a los valores de una empresa, todos damos por sentado que los valores son buenos valores. Faltaría más. Nadie va a poner de manifiesto que los principios que guían la acción de una empresa son la codicia, la avaricia, el cortoplacismo o la envidia. Claro que no. En el fondo, tanto cuando trabajamos como cuando confiamos en una empresa para resolver una necesidad, nos gusta creer que nuestras acciones trascienden y se identifican con valores que nos hacen sentir orgullosos. Sin embargo, la realidad es que, en el quehacer diario, muchas empresas sí que se rigen por los valores anteriormente citados.

Si nos ponemos técnicos o puristas, podríamos decir que los valores que figuran en las famosas declaraciones podrían llamarse valores externos o explícitos, mientras que los valores que definen la acción cotidiana de una empresa son los internos o implícitos.  ¿Y qué ocurre cuando valores implícitos y explícitos no sólo son diferentes,  sino que incluso pueden ser contradictorios? Veamos. Si esto ocurre de forma consciente, decir lo contrario de lo que se piensa/hace con intención de engañar es la definición que da el catecismo de la mentira. No estoy seguro de cuál es el término que define una actuación inconsciente en contra de lo que se proclama, aunque lo primero que se me viene a la cabeza es esquizofrenia.

Como empleado, cliente, proveedor o (potencial) accionista de una empresa, no es la clase de disyuntiva a la que quisiera enfrentarme. La elección entre una mentira y una esquizofrenia, no me inspira sentimientos muy  halagüeños. Estoy seguro que el lector que, inasequible al desaliento, ha llegado a este punto, (y que, a buen seguro,  guarda una relación  familiar de primer grado con un servidor) tampoco se sentiría  orgullos@ de formar parte de una mentira o de una esquizofrenia. Las empresas que sufran uno de estos males, o los dos, están en el camino del fracaso. Provocan insatisfacción y desconfianza en sus empleados, resignación en sus clientes, vergüenza en sus accionistas y recelo en sus proveedores. A la larga, acaba afectando al tótem al que  todo directivo, embustero o esquizofrénico, rinde pleitesía: la cuenta de resultados.  

Pondré un ejemplo. Hace meses, en una decisión que todo el mundo consideró arbitraria, YPF fue expropiada a Repsol por el gobierno argentino. Tras tal arbitrariedad, se encontraba la codicia que despertó el descubrimiento del célebre yacimiento de Vaca Muerta. Tiempo después, se supo que la norteamericana Chevron había alcanzado un acuerdo con el gobierno argentino para explotar conjuntamente este yacimiento. De esta forma, descubrimos otro codicioso, esta vez norteamericano, que se aprovechó de un atropello para engordar su cuenta de resultados.
En la web de Chevron,  he encontrado varias referencias a los valores, aquí (http://www.chevron.com/corporateresponsibility/approach/ethicsgovernance/)  y aquí (http://www.chevron.com/about/chevronway/) . Bueno, parece ser que estos valores se despistaron un tanto cuando se trató de exprimir la tierra en el remoto lugar llamado Vaca Muerta. ¿Qué mensaje envía aquí esta empresa? Cuando un empleado se enfrente a un dilema, el valor que guiará su decisión lo marcará no la beatífica enumeración de valores que aparece arriba, sino lo que sus jefes decidieron. Primero la cuenta de resultados, y luego the highest ethical standards in all dealings… ¿ Mentira o esquizofrenia?  A saber. Lo que sí sabemos, es que acción a acción, decisión a decisión en esta línea, nadie terminará por sentirse orgulloso de participar de aquella empresa.

Bueno, no arriesgaré más. No permitiré que el lector abandone y esto se convierta en un monólogo. Los valores dan para mucho, seguiremos hablando de ellos. 

Jorge de Barcelona

lunes, 28 de octubre de 2013

APOYO Y DESARROLLO

Este fin de semana estuve viendo un musical que han organizado unos chicos de un instituto de la comunidad de Madrid. Eran jóvenes y el musical supuestamente “amateur”, pero el despliegue y la calidad (tanto escénica como musical) me parecieron muy buenos, creo que todos salimos muy sorprendidos por lo bien que salió. El tema del musical era una leyenda medieval de dos hermanos gemelos que su madre tiene que separar por culpa de una maldición. Ésta les condenaba a que a uno le fuera muy mal en la vida y a otro le fuera muy bien. Uno se hizo rico, pues su madre lo abandonó en una casa de unos nobles y el otro sobrevivía como mercader. Aunque la maldición la había impuesto una hechicera con tres cabezas, la situación me recordó a muchas situaciones reales de nuestro día a día.

Cada día vemos cómo hay gente a nuestro alrededor a los que parece que la vida les sonríe mientras que a otros sólo les ocurren desgracias. Ambos, tanto los primeros como los segundos, parecen estar en las mismas condiciones, e incluso hasta han disfrutado de oportunidades parecidas, pero sin embargo,  todo les va mal a unos y a otros todo bien. En algunos casos se trata de circunstancias, algunas agradables otras desgraciadas, que podrían achacarse al destino, pero en otros se trata de situaciones menos casuales y más causales. En mi opinión hay dos factores que se conjugan en estas situaciones: el primero, intrínseco, es la predisposición y actitud de cada uno; esto condiciona indudablemente los resultados ya que sólo el hecho de tener la mente enfocada en el éxito o en el fracaso nos lleva por un camino u otro. Esto me parece fascinante, por tanto creo que lo desarrollaré en otro post. El segundo factor, no menos fascinante, nos viene dado por el ambiente que nos rodea y es causa de aquellos que nos educan, nos supervisan y nos dan apoyo. Al igual que en la leyenda medieval, es evidente que no es lo mismo desarrollarte bajo unas circunstancias u otras.

Esta idea no debería dejarnos indiferentes y rendidos a que las circunstancias determinan nuestra condición. En muchos casos nosotros somos parte de las circunstancias de otra gente y nuestra actitud hacia ellos puede condicionar su desarrollo igualmente. No sólo nuestros hijos, también aquellos que tienen personas a su cargo, deben ser conscientes de que el modo en que les tratamos, condiciona su desarrollo y crecimiento personal y profesionales.

¿Cómo podemos nosotros ayudar al desarrollo de los que nos rodean? Existen tres principios básicos: ser ejemplo, no suponer obstáculo y hacer ver las consecuencias de las decisiones que se van tomando. Esto ayuda a cualquiera a crecer y desarrollarse, pero no es suficiente. Existe, además, un componente situacional que no podemos perder de vista: hay que conocer las circunstancias emocionales de cada uno para saber cómo tratarlos. El apoyo emocional que se le da a una persona es función del grado de madurez que ésta ha desarrollado y, por tanto, debería condicionar nuestra actitud hacia ella. Cuando la persona es poco madura, el apoyo emocional debe ser bajo, sólo necesita que le demos tarea e instrucciones para poder desarrollar hábitos que le ayuden a su desarrollo. A medida que van evolucionando y encontrando dificultades nuestro nivel de apoyo emocional debe ir creciendo de manera exponencial. Hay un punto en el que esta tendencia llega a un máximo y cambia el sentido. A partir de ese momento, el apoyo emocional necesario para el desarrollo de una persona, disminuye a medida que aumenta su madurez. Adaptarse a las circunstancias de cada persona apoyándose en los tres principios básicos, es clave para poder dirigir personas de manera eficaz y contributiva a su desarrollo.

Una maldición es una maldición, no podemos deshacernos de ella a no ser que la bruja deshaga el hechizo pero, para los que no somos brujos, hay pequeñas maldiciones que podemos invertir: hacer magia, al mismo tiempo que ayudamos a otros a desarrollarse.

domingo, 13 de octubre de 2013

El poder de una sonrisa


Estoy impactada con la admirable historia de Maria de Villota, su ejemplo de superación y su modo de encajar de manera tan positiva el duro golpe que le dio la vida, su testimonio en numerosas entrevistas y las muchas imágenes de ella en los medios, siempre con una sonrisa, sincera abierta y alegre. Un titular comentaba este hecho: “Perdió un ojo pero nunca perdió la sonrisa”

Desde hace unos meses en mi departamento hemos implantado un juego que consiste en que cada viernes una persona envía al resto algo gracioso, un video, un chiste… y tiene que nominar al que le toca continuar esta cadena la siguiente semana, el asunto de estos correos es: “sonríe, es viernes”. Hace un par de semanas a la compañera que le tocaba se le paso enviarlo… supongo que el exceso de trabajo, el caso es que envió su chiste el lunes y  cambio el asunto del correo, que fue: “Sonríe es viernes, lunes, martes… ¿qué más da? Sonríe siempre! “ Y es verdad, ¿porque limitarnos nosotros mismos a una cultura de la sonrisa solo el viernes? Y a esto os quiero animar en este post, a que sonriamos siempre porque descubramos el valor de la sonrisa.

Hay distintos tipos de sonrisa, la sonrisa Duchenne es la más genuina de todas, es la sonrisa en la que movemos los músculos de la boca pero también el musculo orbicular de los ojos, es la más auténtica porque es la que se corresponde con la respuesta emocional de la alegría, se dispara de manera involuntaria como reflejo de esta emoción. Hay numerosos estudios psicofisiológicos sobre la sonrisa, en todos ellos se demuestra que al sonreír liberamos endorfinas, que son esas sustancias del cerebro que reducen la ansiedad y el dolor físico y nos dan la sensación de bienestar. Las endorfinas nos ayudan a tener una actitud positiva y ese estado mental a su vez nos predispone a razonar con mayor claridad.

Por el contrario el enfado nos bloquea mentalmente, nos impide fijarnos en detalles, nos polariza en posturas de todo/nada que impiden ver los matices, y nos puede llevar hasta el rapto emocional que es una situación de irracionalidad. Lo bueno del enfado es que se pasa, sigue una curva normal, por lo que sabemos que con el paso del tiempo el enfado tiende a disminuir. Esto es muy útil saberlo a la hora de relacionarnos con una persona enfadada y para gestionarnos a nosotros mismos, espera un poco a que se te pase el enfado, no tomes esa decisión en caliente, ni tengas esa conversación en la parte alta de tu curva del enfado porque posiblemente digas cosas de las que después te arrepientas.

La sonrisa tiene también un efecto emocional sobre los demás, es contagiosa, tiene un efecto multiplicador y genera actitudes positivas de los demás hacia nosotros, facilita la comunicación y además ilumina el rostro y resalta la belleza. Todo son ventajas al sonreír, ¡y no me vengas a chafar con las patas de gallo! Son líneas de expresión, y benditas arrugas sin son las marcas que deja una vida feliz.

Otra sonrisa que me viene a la cabeza, porque pude verla en persona recientemente, fue la de Jaume Sanllorente, el fundador de la ONG “Sonrisas de Bombay”, sonrisa Duchenne donde las haya, pegadiza y contagiosa, y es que la sonrisa tiene el poder de convencer, de animar, de facilitar… El total convencimiento de Jaume de que cada persona es valiosa en sí misma y digna de ser regalada con una sonrisa, le lleva además de a sonreír a ser un gran comunicador, entusiasta, líder y emprendedor.

¿Porque no sonreímos más? Me lo pregunto a mí misma también.

Todos tenemos preocupaciones, agobios, fallos… pero también todos tenemos alegrías, éxitos, motivos de agradecimiento… creo que es cuestión de fijarnos más en lo positivo, con esfuerzo, porque por tendencia natural solemos poner la atención sobre lo negativo, así somos. Del pensamiento positivo a la sonrisa, pero también de la sonrisa al pensamiento positivo, que ambos tienen la capacidad de ser causa y efecto, sonríe más y veras los efectos en ti mismo y a tu alrededor.


 ¡Sonríe, es gratis! Dan ganas de ponerlo en vallas publicitarias por toda la ciudad, de fondo de pantalla, de estado del Whatsapp… aunque ahora sabemos, espero haberte convencido, que el mejor modo de propagar este mensaje es contagiando nuestra sonrisa a nuestro alrededor, podría ser una nueva revolución ¿lo intentamos?

Almudena Gutierrez Merelles

martes, 8 de octubre de 2013

EMPUJONCITOS Y MALAS NOTICIAS

El coaching no es un fenómeno nuevo. Que yo recuerde, y eso que tengo poca memoria, desde Alejandro Magno ya se venía practicando esta actividad de forma muy lucrativa. Grandes figuras de la humanidad tuvieron un mentor que les ayudó a tomar decisiones y crecer como personas. Estrujando un poco la memoria me vienen ejemplos a la cabeza como Mozart, Leonardo Da Vinci o en tiempos más recientes, Rafa Nadal.  Incluso me vienen otros que no tuvieron mentor y que les fue mal (me encantan este tipo de demagogias).

¿Y yo?, si no tengo mentor, ¿estoy perdido? o, como poco, ¿condenado a que me vaya mal? En mi opinión si no tienes un buen mentor sería bueno buscarse una buena pareja que, al menos tenga la voluntad de ponernos en nuestro sitio cuando llegue el momento. Y, si no hay ser vivo que sea capaz de convivir contigo, entonces debes practicar el sano ejercicio de la humildad. La humildad es el arma secreta de los que no tienen mentor. Esto creo que me da para otro post: “el arma secreta de los que no tienen mentor” (próximamente).

Volviendo al tema que nos ocupa, considero que no hay que confundir coach o mentor con gurú, experto o simplemente consultor. Mucha gente recurre a ciertos profesionales por los conocimientos que supuestamente tienen o porque han salido en la tele. Estos son los que llamamos gurús y que nos pueden ayudar con algún aspecto puntual de nuestra vida, normalmente laboral (aunque también cubren aspectos personales como los consejeros matrimoniales). Por el contrario, si lo que necesitas es una ayuda, que te impulse a crecer en todos los planos de tu vida y a desarrollarte no sólo como un buen profesional, sino como una buena persona, entonces las alternativas son las mismas hoy que hace mil años: un cura (o un psicólogo en su versión más moderna) o un amigo, es decir alguien que no te tenga miedo, que te conozca bien y que te quiera. Esto es un mentor, del griego Méntor, personaje de la Odisea, consejero de Telémaco.

Te tiene que conocer bien en tu faceta profesional y en el plano personal. Ambos son importantes y en ambos somos distintos. También te tiene que querer. Con esto me refiero a que te tenga respeto, valore lo que haces y te lo demuestre. Por último, es fundamental que sea capaz de decirte las cosas: que sepa darte buenas y malas noticias. La diferencia entre un buen y un mal mentor es que el segundo te da cariño, te da consejos, pero no te da empujoncitos ni jarros de agua fría. Sin empujoncitos ni jarros de agua fría no vamos a ninguna parte.

Ante las decisiones difíciles de la vida buscamos orientación en otras personas, preguntando y recabando opiniones, no obstante, rara vez alguien se arriesga a decirnos abiertamente lo que mejor nos conviene. Un mentor debe ser capaz de darnos el empujoncito necesario para que no nos quedemos paralizados, con la seguridad de que nos conoce suficientemente bien como para no tener miedo a las consecuencias.

Por otra parte, es bastante evidente que si alguien no es capaz de darte malas noticias no es digno de hacerse llamar mentor. Los jarros de agua fría están a la vuelta de la esquina y si posponemos nuestro encuentro con ellos se acumulan y sientan mucho peor.


En resumen, no pretendo, con este post, hacer la radiografía de un buen coach, tampoco defender la necesidad de la figura del mentor. Pero creo que puestos a buscar consejeros para nuestras decisiones más profundas, debemos tener claro qué buscamos en aquellas personas que nos rodean y saber diferenciar entre consultores (o gurús) y mentores o coach. Sobre estos últimos, averiguar su capacidad de dar empujoncitos y su estilo de dar malas noticias, en mi opinión, es esencial.