domingo, 22 de septiembre de 2013

Eres único

Eres único, irrepetible, solo tú puedes ser tú. Lo sabes y además te gusta que te lo recuerden y que te traten así como eres… que se dirijan a ti por tu nombre, que te conozcan y te valoren, ya que solo nos conocemos del todo y descubrimos quienes somos en nuestra relación con los demás.

Esto también lo saben los publicistas, las recientes campañas de Nutella y Coca-cola lo demuestran con sus cifras. El crecimiento de usuarios a los que les gusta la página de Nutella en Facebook, desde que lanzaron la campaña de etiquetas personalizadas con un nombre, aumento en un 750% llegando a 300.000 fans. En el caso de Coca-cola la firma ha registrado un aumento en ventas de la botella personal de un 24% en bodegas y de un 42% en supermercados. Y ambas marcas afirman que han conseguido estos resultados sin un incremento de sus costes por publicidad.

Dicha estrategia publicitaria me recuerda algunos principios del Personalismo, esta corriente filosófica ha puesto su énfasis en el estudio de la persona. Considera al hombre como un ser subsistente y autónomo, esencialmente social y comunitario, un ser libre, trascendente y con un valor en sí mismo que le impide convertirse en un objeto. Un ser moral, capaz de amar, de actuar en función de una actualización de sus potencias y finalmente de definirse a sí mismo considerando siempre la naturaleza que le determina. Autores de esta corriente que resaltan al hombre en su ser persona como Marcel, Guardini o Wojtyla,  que nos plantea la norma personalista de la acción: “La persona es digna, posee un valor absoluto incuestionable, por eso hay que afirmar a la persona por sí misma y nunca usarla como medio.”


De estos mensajes publicitarios y de sus exitosos resultados podemos hacer varias lecturas prácticas para nuestra vida, la primera es que si soy único lo que yo aporte a la sociedad y al mundo, en mi entorno, no lo va a poder hacer nadie en mi lugar, este hecho a mí me llama a la responsabilidad y a intentar dejar mi huella en lo que hago.

La segunda reflexión me sirve para lo que ahora llamamos branding o marketing personal, tengo que encontrar lo característico y único, lo propiamente mío que me diferencia de los demás, porque lo tengo y lo puedo poner en valor, y saber ofrecer ese valor que solo yo soy capaz de dar.

La tercera, y no por eso menos importante, es para el momento de tratar a los demás, siempre como personas irrepetibles, mirando a los ojos, llamando por su nombre, con todo el respeto que su dignidad merece, nunca como un medio o un objeto. Personalizar, siempre que se pueda, nos va a ayudar a llegar mejor a los demás, porque somos únicos y nos gusta que nos lo recuerden.

Almudena Gutiérrez Merelles

lunes, 16 de septiembre de 2013

EL PASO DEL TIEMPO

Es sorprendente lo rápido que pasa el tiempo. 
Os habéis preguntado alguna vez por qué siempre da la sensación de que cada año pasa más rápido que el anterior. Pero que esa sensación con el paso de los años es cada vez menor. 

Es sólo una cuestión de relativismo. Pensadlo un momento:

Un niño que sólo tiene cinco años, cuando cumpla seis, está claro que en valor absoluto será un año más mayor, pero ¿Cuánto más mayor será en valor relativo? La respuesta es un 20% O dicho de otra forma, el último año habrá supuesto el 17% de toda su vida. Lo cual es una cantidad considerable.



Pongámonos ahora en el caso de una persona de cincuenta años, cuando cumpla cincuenta y uno, se habrá hecho un 2,50% más viejo, o lo que es lo mismo, habrá transcurrido un 2,44% de su vida. Lo cual es una cantidad pequeña.

Esto supone que ese año, igual para ambos en tiempo total, para el niño pasó mucho más lento que para un adulto.

Si consideramos las velocidades relativas del paso del tiempo y las comparásemos con una base cualquiera, podríamos decir que lo que a un niño de 5 años le supone un año de vida, a un adulto de 40 años de edad, le supondrían algo más de 45 días y si la edad del adulto fuera de 80 años, apenas serían 22 días.

Pero todavía se podría ir un poco más lejos, y tomemos ahora todos los valores relativos año a año de la vida de una persona de 80 años, los sumamos y vemos en qué momento pasamos el ecuador relativo de nuestra vida, el resultado es… ¡A los 10 años!

Sorprendente ¿verdad?...

Creo que merece la pena pensarlo y empezar a aprovechar bien nuestro tiempo, si como el que firma sólo os queda un 20% de su vida por vivir :)

Javier Morales Mediano 9/9/2013
http://www.linkedin.com/in/javiermoralesmediano

lunes, 9 de septiembre de 2013

LA FALACIA DE LA PLANIFICACIÓN

Septiembre es el mes del año, después de enero, en el que más y mejores planes se hacen. La vuelta de vacaciones nos trae una maleta repleta de buenas intenciones para el nuevo curso escolar. La diferencia entre septiembre y enero es que la gran mayoría de buenos propósitos que nos marcamos sólo duran hasta navidad, mientras que los de enero, con fuerza de voluntad pueden llegar hasta mayo o incluso junio.

Para mí, al menos, se trata de una época en la que se ponen en marcha nuevos proyectos o proyectos parados durante los meses de verano, puesto que la gran mayoría de la gente está de vacaciones. Es, por lo tanto, una época de tensión pero también de ilusión y buenos propósitos. Lo negativo llega cuando todos estos planes e intenciones se van quedando en la cuneta. Esto causa grandes frustraciones en las personas, especialmente en el trabajo. Es, lo que el psicólogo Daniel Gilbert califica como la “Falacia de la Planificación”. Gilbert nos dice que “uno de los errores más comunes que se dan en la predicción de nuestro comportamiento es infravalorar el tiempo que nos lleva completar una tarea concreta”. Y de forma un tanto poética añade: “Parece que sabemos menos del mundo que está dentro de nuestras cabezas que del mundo en el que nuestras cabezas están dentro”.

Hace poco me contaba un amigo que toca en un grupo de música que se habían puesto como objetivo escribir un post en el blog 4 días a la semana, y como son 4 en el grupo, esto implica un post por semana y persona. El problema es que la mayoría de ellos no era consciente de su carga de trabajo (dentro y fuera del grupo) y pronto empezaron a incumplir su promesa. Esto generó frustración que a su vez derivó en el abandono del blog, causando una imagen lamentable de cara al público. Tanto a nivel laboral como a nivel personal, planificamos acciones más o menos concretas en base a unos objetivos marcados: salir a correr todos los días para perder esos kilos ganados en el verano; pasar más tiempo con tus hijos, para que no te vean como a ese extraño señor que viene a casa después de trabajar; o por ejemplo, a nivel laboral, planes de ventas que incluyen un número de visitas extraordinariamente alto para alcanzar ese objetivo de ventas. Todos ellos se convierte en planes poco creíbles, teniendo en cuenta el historial y por la falta de concreción y objetivos alcanzables. Muchas de estas tareas nunca las llegamos a hacer y las que hacemos y terminamos mal o de una manera forzada constantemente nos desalientan para futuros planes o proyectos. El sentimiento de derrota hace que disminuya nuestra preparación para futuros eventos, que trabajemos peor y que no intentemos nuevos retos.

Desde mi punto de vista todo esto tiene que ver con el control que tenemos de nosotros mismos, es decir, con nuestro autocontrol (en inglés self-control). En la medida en la que nos conozcamos, sabremos planificar de una manera más eficiente y el mero hecho de progresar y cumplir planes, como decía en mi último post, ya es un incentivo para seguir trabajando duro. Como diría mi querido profesor de IESE, Philip Moscoso, “hay una buena noticia” y esta es que se puede alcanzar un alto nivel de autocontrol. El profesor de la Universidad Estatal de Florida, Roy F. Baumeister asegura que “el autocontrol opera de forma similar a la fuerza muscular, ambos se debilitan después del esfuerzo, se recuperan con el descanso y se refuerzan con el entrenamiento”

Os animo a que septiembre sea un mes de refuerzo de autocontrol, que os conozcáis mejor, que planifiquéis mejor vuestras cosas y las de los que os rodean en la familia y en la organización, de tal forma que no caigamos en la Falacia de la Planificación y lleguemos a puntos de frustración que nos impidan progresar personal y profesionalmente.

martes, 27 de agosto de 2013

Empezar de nuevo


Después de unas semanas en Alemania en las que he podido pasear por algunas de sus ciudades, mezclarme con sus gentes y visitar sus monumentos y museos, he podido apreciar más de cerca la capacidad que ha tenido este país de volver a empezar, empezar de cero, reconstruir sus ciudades y su nación tras los duros golpes de la historia.

Os recomiendo, si tenéis ocasión, visitar en Bonn la Casa de la Historia, es un museo de historia de Alemania desde el final de la segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, su historia reciente muestra que es un pueblo fuerte que ha sabido reponerse y situarse con rapidez a la cabeza de la economía europea.


En cada Iglesia Románica o Gótica que he visitado, hay grandes joyas arquitectónicas en esta tierra,  encuentras fotografías y paneles de cómo eran estas antes de la guerra, como quedaron después de los bombardeos  y como ha sido su reconstrucción, en muchos casos muy fidedigna al original. Me impresiona ver esas imágenes de Colonia absolutamente destruida, excepto la catedral que se mantuvo intacta, entre las postales de las tiendas de suvenir. Es ejemplar como con la colaboración de todos consiguieron sacar los escombros de sus ciudades destrozadas y construirlas de nuevo.



Pensando en esto me vienen a la cabeza tantas personas que con la crisis han perdido sus puestos de trabajo y se han visto obligadas a empezar de nuevo, las empresas que han tenido que cerrar, los emprendedores que no han conseguido sacar sus ideas adelante, podríamos llamarlos fracasos pero en realidad son oportunidades de crecer, y todos encontramos momentos en los que tenemos que volver a empezar, momentos también más cotidianos, una hoja de cálculo que no tira, una dieta abandonada, un proyecto que no sale.

Empezar de nuevo supone humildad, para reconocer los errores y sacar de ellos un aprendizaje, supone perseverancia para mantenerse firme en las decisiones y poner los medios necesarios a pesar del cansancio o el desánimo que los fracasos producen. Volver a empezar supone también cierta creatividad, buscar nuevos modos, intentar cosas distintas. Todas estas capacidades se ponen en juego cuando uno se levanta y comienza de nuevo, y estas cualidades se desarrollan y uno crece.

A veces tenemos demasiado miedo al fracaso, este miedo muchas veces nos frena, si pensamos en que siempre podemos volverlo a intentar y  todo el aprendizaje que nos llevamos cuando probamos algo que no sale, quizá se incline más la balanza hacia el lado de aventurarnos.

Tantos ejemplos de esto mismo encontramos en el deporte,  el saltador de altura que vuelve a intentarlo con el listón un poco más alto, o la gimnasta que cae de la barra y vuelve a subir y retoma el ejercicio por donde lo dejo son otros ejemplos inspiradores para todos los que en algún momento tienen que volver a empezar, en su carrera, en su negocio, en su proyecto, en la investigación, lo que sea que no haya salido como esperábamos.

Almudena Gutierrez Merelles
Imagen, fuente: John Florea.

domingo, 11 de agosto de 2013

EL PRINCIPIO DE PROGRESO

No paro de escuchar que la crisis que estamos padeciendo no es sólo una crisis económica, sino una crisis de valores. Este tema vende mucho pero en realidad creo que poca gente explica qué es lo que significa, porque incluso los que hablan de crisis de valores se remiten a datos económicos y financieros para sostener sus afirmaciones. Es muy fácil decir que estamos en una crisis de valores y sin embargo seguir lamentándonos de que los bancos no conceden créditos, de que el gobierno nos recorta por todos los lados o de que estamos perdiendo poder adquisitivo.

No seré yo quien, en este post, niegue lo anterior y quien, ni mucho menos, haga aquí una apología de los valores perdidos (eso lo dejaré para mi segundo o tercer libro). Pero sí voy a ser el que hable de un tema que causa graves crisis de valores y económicos en las organizaciones: el desapego en el trabajo. No podemos resolver los problemas económicos y la crisis (aunque suene un poco fuerte) sino resolvemos primero el problema de desapego que sufren millones de personas en el trabajo.

Estoy aprovechando el verano para culturizarme un poco y ha caído, por suerte, entre mis manos, un libro de la profesora de Harvard, Teresa Amabile, con reflexiones que, en mi opinión, son muy interesantes y que me gustaría compartir con vosotros. El libro se llama The Progress Principle. En él, la profesora defiende que “el driver nº 1 de tener a la gente involucrada y con actitud creativa en el trabajo es permitir que éstos hagan progresos significativos, incluso si este progreso es una pequeña victoria”. Lo que defiende la profesora Amabile es que cuanto más involucrada, alineada y apegada a su trabajo se encuentran las personas, más cerca de ser productivos y creativos están, y todo esto se consigue aportando una verdadera sensación de progresión a la gente que nos rodea.

Esto puede parecer algo obvio y sencillo, pero lo que tiene detrás no lo es tanto. Y no sólo porque le ha llevado 15 años de investigación a la profesora Amabile, sino porque implantar esta cultura no es, en absoluto, sencillo. Como dice el profesor de Psicología Social de la Wesleyan University, Scott Plous, en los temas de Psicología aplica a menudo el principio de “ya lo sabía”, pues se trata de asuntos de “sentido común”. El problema es que el “sentido común” lo solemos invocar una vez que ocurren los hechos. Esta sobreconfianza que provoca el principio de “ya lo sabía”, según Plous, a menudo conlleva que las personas se vuelvan arrogantes sobre la validez de sus juicios y predicciones. Por tanto, cuidado con lo obvio y sencillo, cuando de estos temas se trata.

Para poder desarrollar la idea del “Principio de Progreso”, es necesario que cada uno pensemos en qué cosas podemos hacer hoy mismo para conseguir que la gente que nos rodea progrese en su trabajo, que lo hagamos y que celebremos esos progresos. Se trata de analizar los errores para mejorar, no a las personas que cometen esos errores y  ayudar a que cada uno, de forma individual, se pueda trazar un camino de progreso y avance que le permita mantener la involucración y el apego en niveles rentables tanto para la compañía como para la persona, tanto económica como socialmente.


No sé hasta qué punto es esto esencial para salir de la crisis, pero que se trata de una condición necesaria para que las empresas avancen y se adapten a los cambios de la sociedad en la que vivimos, lo tengo meridianamente claro. Nutrir el desarrollo personal a diario muestra nuestros patrones y nos ayuda a identificar nuestras debilidades y fortalezas así como a crear un clima de creatividad fundamental para el progreso de las organizaciones. 

lunes, 5 de agosto de 2013

EL CAFÉ TORTONI

Siempre he sido un enamorado de los cafés urbanos antiguos y con gran tradición.  En mi memoria, guardo recuerdos de grandes tertulias y conversaciones en torno a una mesa y a un café. Así debe de suceder en todo el mundo, pues son infinidad de ellos en los que se han organizado desde hace mucho tiempo tertulias, tenidas y charlas de café entre intelectuales, filósofos, autores y toda clase de artistas.

El otro día, en Buenos Aires, tuve la oportunidad de visitar uno de estos cafés, el Café Tortoni. Entrar en el Café Tortoni es como dar un salto atrás en el tiempo, y caer en las tertulias de Borges y Alfonsina Storni, cuyos bustos son testigos mudos de lo que sucede  ahora y testimonio de  lo que una vez sucedió. 

Como poseído por el espíritu que se respira en el ambiente, me puse a pensar acerca de lo bueno y lo malo de lo que pasa en Argentina y en España.  Sin duda, las calles, los edificios, el propio Café Tortoni, nos revelan la existencia de una época floreciente y opulenta de Buenos Aires, y, por ende, de toda Argentina.   Además, la gran proliferación de teatros, palacios e instituciones antiguas perite adivinar un gran pulso cultural sosteniendo esta opulencia.  Antes de sentarme a tomar café en el Tortoni, había estado en el Gran Teatro Colón, evidencia  rotunda de lo que digo.

Sin embargo, al salir de ese trasunto de máquina del tiempo que es el Café Tortoni, uno se da de bruces con una realidad decadente, vieja, ajada y llena de jirones. Toda Argentina está sumida en la fatalidad, en la nostalgia y en la melancolía. La realidad opulenta de Argentina sólo habita ya en los libros de historia. A la nostalgia de un hecho que no ha sucedido en la vivencia de una persona, alguien lo llamó con acierto melancolía, una palabra que evoca sentimientos de tristeza y resignación.  Sin embargo, esa es la palabra que mejor expresa lo que he podido conocer de Argentina durante estos días. Melancolía.  No en vano, si alguien muy lúcido dijo que Argentina es un país en el diván; por ser el país donde más seguidores de Freud existen, esa postración y depresión presente por cuenta de un pasado que nadie tiene ya en sus pupilas es carne de diván, ya que, presos de un recuerdo inexistente, no viven  el presente en plenitud.

En este diván ocurre algo parecido a lo que ocurría en el célebre callejón del Gato. La realidad se ve distorsionada, grotesca. En Argentina se ha elevado  hasta el paroxismo a categoría de mito a unos personajes que, bien mirado, han significado la ruina moral del país.  En este país, se venera, al modo de santos cuya sola invocación provocara la lluvia, a Eva Duarte Perón.  Tal es la admiración por esta mujer (al que realmente ejerció el poder, su marido, Juan Domingo Perón, no se le recuerda tanto)  que aún hoy, setenta años tras su muerte, todos partidos políticos, todos, a diestra y siniestra, se definen como peronistas.
Puede establecerse que su legado, junto con otras peregrinas  ideas que han florecido en esta zona como la hidra, ha sido el germen del mal que aflige y posterga ad calendam graecas el definitivo despegue de Latinoamérica;  el populismo.  Creo que fue Chesterton el que dijo que, cuando no se cree en Dios, se corre el riesgo de creer en cualquier cosa. Sustituir, o mejor dicho, elevar a los altares a algo tan vulgar y corriente como una persona provoca que sus ideas, por bien intencionadas que fueran,  sirvan para los más terrible propósitos.  La mezcla de marxismo y fascismo que se nos ofrece con el populismo, es la prueba de ello. A modo de un cóctel, la mezcla se hace dulce, atractiva, jugosa, fresca…. Pero  causa una terrible indigestión; y si se abusa de forma continuada, una dependencia.  Esa dependencia es lo que hace que hoy Argentina sea un país ineficiente, cansado, viejo… pero muy rico.

Sin embargo, tienen algo que me causó una sana envidia.  Los argentinos están muy orgullosos de serlo.  No conozco a ningún español que, aún sintiéndose orgulloso de serlo (como yo), al modo machadiano,  no le duela España. 

Bien, quizá un día Argentina deje de perder el tiempo, se abran al mundo, pierdan el miedo y canalicen todo esa fuerza vital que late en su corazón. Quizá renueven sus altares y, esta vez si, veneren la libertad, la cultura, el conocimiento y el trabajo. Mientras tanto, y a pesar de todo, seguiremos disfrutando de esa fatalidad suya, tan bien cantada y bailada en sus innumerables teatros porteños.

Al  llegar al Hotel, después de mi parada en el café Tortoni, hice una pequeña lista de cafés en una servilleta que cogí como recuerdo. Anoté los nombres de cafés y bares  tradicionales y antiguos que había visitado, y pensé, ¿Por qué no compartir con mis compañeros EMBARCADOS la lista y pedirles que envíen la suya con un artículo de cada lugar? Si uno no viaja, siempre es un buen remedio viajar a través de los amigos.

Cafés:
Café Gijón en Madrid
Café Iruña, en Pamplona.
La Bodeguita del Medio, en La Habana.
Café de Levante, en mi Zaragoza
Café Florian, en Venecia.

Café Tortoni, en Buenos Aires. 


Jorge Barcelona

lunes, 29 de julio de 2013

Tú decides!

Hay frases sobre las que no pasas de largo, se quedan en tu cabeza, las rumias hasta sacarles todo el sentido. Son frases que pueden ser simples o quizá obvias pero que contienen verdades importantes, eso me ha pasado cuando escuché a Julieta, en su curso de automotivación, hacer la siguiente afirmación: “todo lo que hacemos lo hemos decidido”. Suena a perogrullada pero me parece importante reflexionar sobre esta idea porque creo que cambia la actitud de las personas en la vida y en el trabajo: de víctimas a responsables, de sujetos pasivos a agentes activos, de espectadores de sus propias vidas a actores.
Y a mí ante esta afirmación inicialmente me salió pensar,  ¡pues no todo! Hay cosas que detesto y que hago porque no me queda otro remedio, seguro que tú muchas veces has pensado lo mismo. Pienso, por ejemplo, en alguno de esos informes automáticos y monótonos  que tengo que entregar cada quincena… pero si le das una vuelta de tuerca y lo piensas al revés, bueno no lo quieres hacer, ¡no lo hagas! Y claro resulta que al final has decidido hacerlo, quizá porque no quieres asumir las consecuencias que tenga no entregarlo: un jefe descontento, un compañero desatendido, una mala evaluación… pero en definitiva lo haces porque quieres.
Pero vayamos un paso más adelante, porque no solo se trata de ser consciente de que tú eres el que decides,  que ya solo esto te hará enfrentarte con las “obligaciones” de otra manera, más positiva, además date cuenta que puedes decidir cómo lo quieres hacer, con que actitud vas a llevarlo a cabo. La actitud depende en gran medida de como percibimos la realidad. Si vemos las cosas como una amenaza tenderemos al miedo, a dar una respuesta instintiva, seremos reactivos, nos guiaremos por la resignación, lo que algunos llaman actuar en OFF porque el miedo nos lleva a la huida o a la lucha. Si vemos la realidad como una oportunidad tendremos una actitud proactiva, actuaremos con confianza, daremos una respuesta racional que nos llevara al desarrollo personal, actuaremos en ON. Hago este informe porque lo he decidido y además lo voy a hacer muy bien, y si puedo lo voy a mejorar  para que sea más útil.
Esto me trae a la cabeza una cita de Víctor Frankl :«Todo puede serle arrebatado a un hombre, menos la última de las libertades humanas: el elegir su actitud en una serie dada de circunstancias, de elegir su propio camino. ¿No podemos cambiar la situación? Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento
Necesitamos encontrar motivos para hacer las cosas, y si los motivos que tenías ya no te motivan, ¡cámbialos! Al final creo que se trata de hacer lo que hay que hacer encontrando los motivos para hacerlo y con una actitud responsable ante la vida. Somos los responsables de nuestras vidas, de cada uno depende ser como somos y si nos descuidamos, echamos balones fuera y parece que son las circunstancias y las personas que nos rodean los que nos determinan y nos llevan, y  no es así.
Vivir en ON es actuar con consciencia actual en cada momento, estar con la cabeza en lo que haces con toda tu atención, sin arrastra las malas experiencias del pasado ni tener las preocupaciones del futuro, estar en lo que haces al 100%, estar en el ahora.
Para un diagnóstico de nuestra situación, nos podemos fijar en el lenguaje para descubrir si actuamos en ON o en OFF, observa si entre tus respuestas están con frecuencia estas frases: no me queda más remedio, me he visto obligado, no he tenido otra opción… si por mi fuera no lo haría, y demás justificaciones que nos damos a nosotros mismos para mantenernos en nuestra posición de víctimas y no terminar de coger las riendas de nuestras vidas.
Esto también nos sirve para dar motivos y hacer responsables a nuestros equipos y colaboradores, mira a ver de qué manera las personas que dependen de ti se sienten libres y responsables para hacer lo que hay que hacer, encontrando sus propios motivos, y tendrás un equipo comprometido y entregado a conseguir el objetivo.
Tú decides: vivir en ON o vivir en OFF.
Almudena Gutierrez Merelles