Hace dos semanas me vine a África de vacaciones.
La ruta incluye quince días en Namibia y siete en Botswana. Me queda por tanto
una semana más para disfrutar de estas maravillosas tierras. Como aún no he
acabado mi viaje, no voy a dedicar este post a África, me gustaría escribir
sobre esta aventura desde la tranquilidad de mi mesa de trabajo en Madrid y la
perspectiva que dan los kilómetros. Pero si quiero aprovechar el post de hoy
para compartir con vosotros un libro que estoy leyendo durante los pocos ratos
libres que me quedan. Encontré el título en Amazon, gracias a una de esas
recomendaciones mágicas que hace el portal "vendelotodo" y me cautivó
inmediatamente. El autor, Jerome Groopman, es jefe de medicina experimental en
el Beth Israel Deaconess Medical Center y ha escrito varios libros como que el
tengo entre mis manos. El título es "Cómo piensan los médicos", y
como dice su contraportada, trata de ilustrar la mente de los médicos cuando
diagnostican pacientes y su relación con éstos últimos.
Me
pareció muy interesante analizar este punto de vista y compararlo con la
actividad diaria de una persona que toma decisiones dentro de una organización.
Por suerte, hasta ahora, no me está defraudando.
La
mayor parte de ejemplos que pone Groopman son de médicos de urgencias y de
atención primaria. Quizá sean los más interesantes para estudiar la toma de
decisiones médicas en ambientes difíciles: (1) tienes que estar preparado para
recibir varios pacientes en muy poco tiempo, cada uno con sus peculiaridades,
(2) dar un tratamiento inmediato que trabaje sobre los problemas urgentes y (3)
decidir sobre los siguientes pasos del paciente dentro del hospital (si
internarlo, transferirlo a otra institución, etc.) con toda la responsabilidad
que ello supone.
Salvando
las diferencias, esto me parece muy similar a las situaciones que viven muchas
personas en sus puestos de trabajo diariamente. Cuando llega un asunto urgente
a nuestras manos, tenemos que ser capaces de tomar una serie de decisiones
críticas y asumir unas responsabilidades asociadas a las consecuencias de
nuestras decisiones.
En
primer lugar, Groopman habla de errores del pensamiento. Muchas veces nuestra
propia mente nos juega malas pasadas y nos lleva a errores cognitivos. Los
errores técnicos ocurren muy pocas veces (que una máquina de rayos X haga mal
una radiografía es poco habitual) lo más común es cometer errores en el
procesamiento mental que hacemos de la información. Estos errores están relacionados
con nuestros pensamientos y esquemas previos; estar alerta y prevenidos de
nuestras propias preconcepciones es fundamental para no caer con frecuencia en
este tipo de errores. A modo de ejemplo, el autor habla de una chica que
durante mucho tiempo le habían diagnosticado bulimia. Cada médico que visitaba
estaba sesgado por esta etiqueta y hacia muy difícil creer las versiones de la
chica con respecto a su comportamiento. A pesar de que su situación se agravó
severamente, por suerte detectaron a tiempo que en realidad la chica era
celiaca y que su cuerpo no toleraba la mayoría de los alimentos que le daban.
Durante mucho tiempo, los esquemas previos de los doctores que la trataron sólo
conseguían empeorar la situación de la chica.
En
segundo lugar, el libro menciona los peligros de nuestras emociones. Pacientes,
familiares y médicos "navegan" en un mismo barco, y como se suele
decir, el roce hace el cariño. Sin embargo, es crítico que los médicos tengan
la vista puesta en el lado más neutral posible, para evitar emociones o
sentimientos que lleven a decisiones equivocadas. La amistad o el cariño, así
como el rechazo o la intolerancia hacia otros nos impide ser objetivos y hacer
diagnósticos adecuados de cada situación.
Por
último, Groopman nos dice que un buen médico debe ser capaz de hacer las
preguntas adecuadas para alcanzar un buen diagnóstico, incluso en situaciones
de presión como son las urgencias. Llegar a este tipo de preguntas se consigue
a través de análisis ágiles pero cautelosos que en vez de darnos una respuesta
única, generen una lista de alternativas que nos salvaguarden de nuestros
propios errores.
Por
suerte aún no he acabado el libro, es decir, todavía me quedan cosas por
aprender del mismo y todavía me quedan vacaciones para disfrutarlo. Pero estas
tres reflexiones me parecían muy interesantes para compartirlas con vosotros
incluso desde el corazón del Parque Nacional de Chobe, en Botswana, donde estoy
ahora mismo. La mente del médico es muy especial en muchas cosas (su vocación,
su capacidad de memorización, etc.) pero nos puede servir como ejemplo de
análisis y toma de decisiones en cuanto a que se enfrentan continuamente a la
problemática de hacer diagnósticos bajo presión y actuar en consecuencia,
responsabilizándose además de las situaciones que se deriven, como ocurre en
las mentes de muchas personas con responsabilidad en su trabajo.
Además,
os dejo una foto hecha con mi móvil de las puestas de sol que se disfrutan por
estas latitudes, para que os sirva de momento de reflexión como me están
sirviendo a mi.
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