A dos días del paso del tifón que
asolado Filipinas, y que me tiene sobrecogida, entran en mi buzón de correo dos
mensajes que me llenan de orgullo y de esperanza, orgullo de pertenecer a una compañía
preocupada por hacer algo ante una catástrofe de este calado y esperanza en que
algo podremos hacer desde aquí para ayudar a esos casi diez millones de
personas que lo han perdido todo y están en unas circunstancias limite. Un correo
de la Fundación corporativa animando a ayudar económicamente a distintas
organizaciones que están prestando su ayuda humanitaria en la zona, y dando
facilidades para hacer esos donativos a través de la nómina; Otro el e-mail del
presidente de la compañía informando de que nuestros compañeros filipinos se encuentran
bien, aunque muchos de ellos han perdido sus casas y a sus seres queridos, y mostrándoles
todo nuestro apoyo.
He oído muchas veces hablar con
escepticismo de la Responsabilidad Social Corporativa, es cierto que en muchos casos
se ha utilizado para lavar la imagen de las empresas que en algún aspecto eran
mal miradas por su impacto negativo en el medio ambiente o algún tema similar. Pero
si analizamos el efecto de este tipo de acciones para las empresas y sus
trabajadores creo que llegaremos a otro tipo de conclusiones, mucho más
positivas.
Para la Organización Internacional
del Trabajo la RSC es el conjunto de acciones que toman en consideración las
empresas para que sus actividades tengan repercusiones positivas sobre la
sociedad y que afirman los principios y valores por los que se rigen, tanto en
sus propios métodos y procesos internos como en su relación con los demás
actores implicados.
Creo que las empresas son de por
si agentes sociales importantes por ser generadoras de riqueza y empleo, además
a través de la RSC, está demostrado, que se adquieren ventajas competitivas y de
este modo las empresas se ayudan ayudando, y cada vez más la RSC forma parte de
la estrategia de las empresas para lograr su objeto social.
Desde el punto de vista de las
personas tiene un impacto en el compromiso e implicación
de los empleados con la compañía, y refuerza la motivación trascendental. Según
el profesor Juan Antonio Pérez López, la motivación trascendental es la que
lleva a actuar según las consecuencias de nuestras acciones para otras
personas, distintas de la que realiza la acción, cuyas necesidades se busca satisfacer.
Todo esto beneficia el clima laboral y en definitiva al rendimiento y la buena
marcha de toda la compañía.
Yo estoy orgullosa de participar
en el programa de redondeo de nómina por el que con los céntimos de muchos
hacemos una cantidad interesante que se destina cada año a proyectos sociales
diversos; y también de haber tenido la oportunidad de participar como voluntaria, como mentora, de
varios jóvenes en riesgo de exclusión social que han podido formarse y acceder
a un empleo a través de uno de los programas de Responsabilidad Social
Corporativa.
El problema es que la
Responsabilidad Social exige una gran coherencia en el resto de políticas y prácticas
de la compañía o su efecto puede volverse el contrario. Una empresa que no se preocupa por el desarrollo
de sus personas, que no tiene unas políticas salariales equitativas, que no
busca la conciliación y la igualdad, no puede pretender conseguir el compromiso
de sus empleados por favorecer determinadas prácticas solidarias. Por lo tanto
la RSC tiene que estar muy integrada en el resto de la estrategia, tiene que
tener un compromiso por parte de la dirección y un modo de medir su impacto
para que sea eficaz, no solo como ayuda hacia fuera sino también como un beneficio
interno.
Bea Joy es el nombre del bebe
milagro que nació en medio del huracán a la que hoy dedico este post, un bebe que es un signo de vida y de
futuro para esas personas que lo han perdido todo y tienen muy difícil sobrevivir,
a no ser que entre todos hagamos algo por ayudarles de manera corporativa y/o
personal, o como podamos.
Almudena Gutierrez Merelles
Imagen. Fuente: AFP
No hay comentarios:
Publicar un comentario