miércoles, 21 de mayo de 2014

SOBRE EL TRABAJO EN EQUIPO

Cada cierto tiempo, y siempre por algún buen motivo, mis amigos y yo acostumbramos a emprender algún reto. Suele ser una aventura en la que no faltan momentos de diversión, momentos de tensión y momentos de relajación. Pero sobre todo nos encanta disfrutar de la aventura juntos: no se trata tanto de lograr un reto, sino de lograrlo juntos. El pasado fin de semana fuimos a las cuevas de Valporquero, en León, donde atravesamos las entrañas de una montaña, siguiendo un túnel de tres kilómetros por el que discurre un río. La aventura merece la pena por lo espectacular del lugar, pero supone también esfuerzo, concentración y sacrificio.

Lejos de reivindicar aquí las terapias de grupo en las que se mandan a directivos oxidados físicamente a que sufran junto con sus compañeros por un parque de atracciones en medio de la naturaleza, sí me gustaría destacar los beneficios de potenciar el trabajo en equipo tanto con nuestros amigos como con nuestro entorno laboral. Huelga decir que yo jamás me hubiera atrevido a realizar semejante reto por mi cuenta, es más, nunca hubiese salido de mi propia iniciativa, sin embargo la fuerza del grupo te lleva a alcanzar objetivos de otro modo insospechados; es decir, los resultados de un equipo bien engranado, suelen ser mucho mejores que la suma de sus partes. Además, cuando un equipo está consolidado, se dejan aparte los intereses personales por el beneficio de los demás y esto no hace más que reforzar el sentimiento de grupo, de comunidad. Por otro lado, las expectativas suelen ser claras en los equipos consolidados, bien porque se fijan de antemano o bien porque se sacan a la luz, y esto ayuda a controlar egos y frustraciones. Finalmente, los buenos equipos potencian tanto el desarrollo individual de las personas, como el del conjunto. Es decir, uno puede llegar a sentirse realizado, tanto o más, a través del equipo, que de forma individual.

La pregunta es, ¿cómo se alcanza la excelencia en los equipos? Y la respuesta mágica es… con tiempo y dedicación. ¡Menuda sorpresa! Hasta aquí, nada nuevo. Sin embargo, se puede desarrollar método y se pueden analizar las fases de trabajo en equipo, con la intención de mejorar los procesos actuales y crecer como conjunto. La evolución de un equipo pasa por 4 fases bien definidas, y lo hace por todas ellas cada vez que comenzamos un proyecto nuevo.

1. Formación. La fase inicial o de formación es la parte más social del proceso. Se trata de que la gente encuentre su propio estatus social dentro del grupo y definan sus expectativas como componentes del equipo. La confianza es la clave de esta fase; sino se genera confianza entre todos los miembros, difícilmente se podrá avanzar por las siguientes fases, porque siempre habrá sospechas de que cada uno persigue sus propios objetivos
2. Debate. Esta segunda fase es la de la comunicación. Cuando ya se han acomodado las piezas, es el momento para comenzar un diálogo abierto, sincero y que persiga llegar al objetivo común que se han establecido. El resultado debería ser una decisión fundamentada en unos criterios compartidos por todos los miembros.
3. Organización. Definir un plan de acción que recoja todos los términos de la decisión es casi tan importante como la decisión. Aquí la clave está en la coordinación. Es importante que se conozcan bien los roles de cada uno y que no queden áreas de responsabilidad sin asumir.
4. Resolución. La última fase es la de implementación del plan de acción. Muchas veces será un proceso iterativo, de prueba y error, otras será de un solo desarrollo, como el reto que afronté con mis amigos este pasado fin de semana, con un comienzo y un fin definido. La colaboración es la clave de esta fase. El resultado debería ser un producto de todo el equipo.

Además, durante los cuatro pasos es fundamental que todo el mundo esté centrado en el “para qué”, es decir, en la misión que tiene ese equipo. Por último, no hay que olvidar celebrar los éxitos como merece en cada caso, y aprender de los errores cada vez que aparezcan.


Personalmente considero a mi grupo de amigos un auténtico equipo que funciona como un reloj. Después de muchos años (algunos nos conocemos desde hace más de 25 años) el espíritu de equipo, la solidaridad y el esfuerzo colectivo son parte distintiva del grupo, respetando individualidades y la personalidad de cada uno. Por eso mencionaba antes que los equipos de éxito se consiguen con tiempo y dedicación. Pero también somos conscientes de que cada vez que emprendemos un reto, el proceso empieza de nuevo, y que los éxitos pasados no aseguran victorias futuras. No obstante, experiencias como la de este fin de semana refuerzan nuestra unión y nos dan fuerzas para afrontar nuevos retos. Cuando lleguen, os los iré contando ;)

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