martes, 30 de septiembre de 2014

A vivir, que son dos vidas

¡Vivir dos vidas! ¡Eso sí que es imposible!

Bueno, no tanto.  Es una forma de hablar, pero seguro que todos nosotros conocemos a alguien que puede decir que ha tenido dos vidas. 

La vida se define, en su cuarta acepción, como el espacio de tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Entonces, para vivir dos vidas, es preciso que una de ellas acabe y la segunda florezca. Y así, se dan ocasiones, felices casi todas ellas, en las que alguien termina su vida y comienza otra.  El tránsito de una a otra, el rubicón, suele ser traumático.  

Pero como no quiero hablar de muerte sino de vida, hablaremos de lo que viene a continuación de ese vacío, el nacimiento de una nueva vida.

¿Cuántas veces hemos pensado algunos en lo que haríamos si volviéramos a nacer, si se nos otorgara la oportunidad de empezar de cero sin renunciar al bagaje de nuestra experiencia?  Las personas que viven dos vidas, tienen la inmensa fortuna de poder hacerlo.

Hoy un buen amigo ha cruzado el rubicón. Estas palabras son para él.

Ha sido, está siendo, traumático. Pero lo ha hecho, ha vuelto a nacer.  Todo nacimiento es celebrado, y este, a fe, lo es.  El propio lenguaje, tan  cicatero para expresar otras emociones, nos regala varias palabras para decir alumbramiento, florecimiento, brote, eclosión…  Todas ellas bellísimas.  

Mi experiencia al respecto es muy exigua. Pude sentir,  por algunos días,  el vértigo de tener que recorrer el camino de una primera a una segunda vida, aunque al final se quedó en poco, en la efímera sensación que se tiene cuando uno se asoma a un abismo, bien protegido tras una barrera. Sin embargo, me voy a permitir dar mi opinión sobre esta segunda vida.

Aquel bolero, cantaba quedo lo de salud, dinero y amor. El orden en el que lo dice no es baladí,  pues nos revela valiosas pistas. Así,  mientras el dinero se presenta como el  relleno que permite al autor no caer en la ordinariez del ripio, el inicio y el fin de todo queda a la ventura de la salud y el amor.

En las horas más bajas, en la soledad del miedo a lo trágicamente inmediato, todos nos aferramos a la salud como bien supremo. Es la ausencia de salud la que da la señal de alarma.  Pero es la sensación de pérdida de los afectos lo que causa el Verdadero Temor, el espejo que nos devuelve la imagen asustada de nosotros mismos. No conozco a nadie que recuerde sus constantes vitales en los momentos decisivos de su vida, pero sí que conozco  a muchos que recuerdan la primera vez que besaron a su mujer, o aquella vez que su madre les miró de aquel modo tan tierno, o cuál fue la carita que pusieron sus hijos la primera vez que abrieron los ojos a este mundo,  o el día que su padre pasó jugando todo el día con ellos. La salud es la circunstancia necesaria, a veces caprichosa o fortuita,  para que se de la vida,  pero esta sólo puede vivirse en plenitud a través de los afectos.
 
Así que, querido amigo, espero que celebres esta nueva vida que, gracias a Dios, vas a poder vivir; cuidando aquellos besos,  devolviendo esa miradas, asombrándote de nuevo por esas graciosas muecas o reviviendo de nuevo la sorpresa y la emoción del juego. Al igual que los aceros más resistentes, los granos finos que conforman esos pequeños amores hacen que una vida sea más sólida, más densa, más plena. Sólo espero que guardes un pequeño hueco para nuestro pequeño afecto.

Quizá hayas  descubierto que a veces es preciso descender a los infiernos, adentrarte en las tinieblas, en la noche obscura para descubrir la verdadera felicidad, al alba. En ese viaje al Averno, no es extraño que uno se extravíe. Incluso los hay que, después de volver, han dejado allí grandes jirones de piel y vuelven al mundo con tales cicatrices que el aspecto de su alma es apenas una trágica caricatura.

El camino de vuelta no es fácil. Por algo puso el Clásico un perro de tres cabezas guardando la puerta del infierno.  No tengas miedo de volver,  amigo. No te rindas, no rebles, no estás sólo en ese viaje. Los trabajos son muchos, pero la paciencia y la esperanza son las virtudes  de los  ganadores.  ¡Ah! Y recuerda que no hay meta, sólo camino.

En una ocasión dije en público un dicho mejicano, que decía que… si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes.  Tú estabas allí cuando lo dije; así que riámonos pues;  amigo, pues ese gozo es el único plan que vas a tener en esta, tu segunda vida. 
PD: A veces recurrimos a algo exótico para adornar algo y que resulte fascinante. Si lo desvistes, queda la  esencia de la autenticidad,  la originalidad. Para mí,  el verdadero encanto de la sencillez. Así que, si me permites, yo te voy a seguir llamando Angelico. 

Por Jorge Barcelona

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