¡Vivir
dos vidas! ¡Eso sí que es imposible!
Bueno,
no tanto. Es una forma de hablar, pero
seguro que todos nosotros conocemos a alguien que puede decir que ha tenido dos
vidas.
La
vida se define, en su cuarta acepción, como el espacio de tiempo que transcurre
entre el nacimiento y la muerte. Entonces, para vivir dos vidas, es preciso que
una de ellas acabe y la segunda florezca. Y así, se dan ocasiones, felices casi
todas ellas, en las que alguien termina su vida y comienza otra. El tránsito de una a otra, el rubicón, suele
ser traumático.
Pero
como no quiero hablar de muerte sino de vida, hablaremos de lo que viene a
continuación de ese vacío, el nacimiento de una nueva vida.
¿Cuántas
veces hemos pensado algunos en lo que haríamos si volviéramos a nacer, si se
nos otorgara la oportunidad de empezar de cero sin renunciar al bagaje de
nuestra experiencia? Las personas que
viven dos vidas, tienen la inmensa fortuna de poder hacerlo.
Hoy
un buen amigo ha cruzado el rubicón. Estas palabras son para él.
Ha
sido, está siendo, traumático. Pero lo ha hecho, ha vuelto a nacer. Todo nacimiento es celebrado, y este, a fe,
lo es. El propio lenguaje, tan cicatero para expresar otras emociones, nos
regala varias palabras para decir alumbramiento, florecimiento, brote, eclosión… Todas ellas bellísimas.
Mi
experiencia al respecto es muy exigua. Pude sentir, por algunos días, el vértigo de tener que recorrer el camino de
una primera a una segunda vida, aunque al final se quedó en poco, en la efímera
sensación que se tiene cuando uno se asoma a un abismo, bien protegido tras una
barrera. Sin embargo, me voy a permitir dar mi opinión sobre esta segunda vida.
Aquel
bolero, cantaba quedo lo de salud, dinero
y amor. El orden en el que lo dice no es baladí, pues nos revela valiosas pistas. Así, mientras el dinero se presenta como el relleno que permite al autor no caer en la
ordinariez del ripio, el inicio y el fin de todo queda a la ventura de la salud
y el amor.
En las horas más bajas, en la
soledad del miedo a lo trágicamente inmediato, todos nos aferramos a la salud
como bien supremo. Es la ausencia de salud la que da la señal de alarma. Pero es la sensación de pérdida de los afectos
lo que causa el Verdadero Temor, el espejo que nos devuelve la imagen asustada
de nosotros mismos. No conozco a nadie que recuerde sus constantes vitales en
los momentos decisivos de su vida, pero sí que conozco a muchos que recuerdan la primera vez que
besaron a su mujer, o aquella vez que su madre les miró de aquel modo tan
tierno, o cuál fue la carita que pusieron sus hijos la primera vez que abrieron
los ojos a este mundo, o el día que su
padre pasó jugando todo el día con ellos. La salud es la circunstancia
necesaria, a veces caprichosa o fortuita,
para que se de la vida, pero esta
sólo puede vivirse en plenitud a través de los afectos.
Así
que, querido amigo, espero que celebres esta nueva vida que, gracias a Dios,
vas a poder vivir; cuidando aquellos besos,
devolviendo esa miradas, asombrándote de nuevo por esas graciosas muecas
o reviviendo de nuevo la sorpresa y la emoción del juego. Al igual que los
aceros más resistentes, los granos finos que conforman esos pequeños amores
hacen que una vida sea más sólida, más densa, más plena. Sólo espero que
guardes un pequeño hueco para nuestro pequeño afecto.
Quizá
hayas descubierto que a veces es preciso
descender a los infiernos, adentrarte en las tinieblas, en la noche obscura
para descubrir la verdadera felicidad, al alba. En ese viaje al Averno, no es extraño
que uno se extravíe. Incluso los hay que, después de volver, han dejado allí
grandes jirones de piel y vuelven al mundo con tales cicatrices que el aspecto
de su alma es apenas una trágica caricatura.
El
camino de vuelta no es fácil. Por algo puso el Clásico un perro de tres cabezas
guardando la puerta del infierno. No
tengas miedo de volver, amigo. No te
rindas, no rebles, no estás sólo en ese viaje. Los trabajos son muchos, pero la
paciencia y la esperanza son las virtudes
de los ganadores. ¡Ah! Y recuerda que no hay meta, sólo camino.
En
una ocasión dije en público un dicho mejicano, que decía que… si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus
planes. Tú estabas allí cuando lo
dije; así que riámonos pues; amigo, pues
ese gozo es el único plan que vas a tener en esta, tu segunda vida.
PD: A veces recurrimos a algo exótico para adornar
algo y que resulte fascinante. Si lo desvistes, queda la esencia de la autenticidad, la originalidad. Para mí, el verdadero encanto de la sencillez. Así
que, si me permites, yo te voy a seguir llamando Angelico. Por Jorge Barcelona
No hay comentarios:
Publicar un comentario