Hace un mes tuve la suerte de
conocer a Pau Gasol por un proyecto en el que estamos involucrados. No hay duda
de que es una gran persona, de hecho he conocido a poca gente tan grande… es
algo de lo que te das cuenta en cuanto le ves, porque mide 2,13m. Bromas
aparte, se trata de una persona muy interesante, que ha sabido desarrollar al
máximo su lado profesional (sobra hablar de la trayectoria de Gasol) y su lado
más personal, a través de muchas iniciativas en las que trata de aportar su
granito de arena a la sociedad.
En esa reunión repasamos su
carrera con bastante profundidad y tratamos de sacar conclusiones que pudieran
servir a otros profesionales de cualquier sector. Cuando repasas la vida de Pau
Gasol, inevitablemente aparece la figura de Juan Carlos Navarro y la gran relación
de amistad que tienen, basada en el respeto y admiración mutua. Al tratar de
entender sus dinámicas de entrenamiento y analizar el enfoque que un deportista
del nivel de Pau tiene de la mejora de su técnica, me sorprendió escuchar la
importancia que le daba a los “ratos” que pasaba con su amigo Navarro después
de los entrenamientos practicando
triples o tiros libres. Por supuesto, tener la fuerza de voluntad de seguir
entrenando cuando el entrenamiento ha acabado te ayuda a mejorar, pero él se
daba cuenta de que entrenar al lado de un grandísimo tirador como Juan Carlos
le estaba ayudando aún más.
Trabajar con los mejores, con
aquellas personas que tienen un talento natural para algo y que además lo ponen
en práctica en su trabajo diario, plantea ciertos retos: gestión de “egos” o en
algunos casos, frustración por no poder llegar a sus niveles de excelencia con
la misma facilidad. Pero si se toma como un aprendizaje sano y provechoso, es
decir, sin envidias, los beneficios superan con creces a los inconvenientes:
mejora inmediata de la técnica, y con ello la llegada de resultados positivos;
desarrollo del espíritu de superación que nos lleva a alcanzar metas
superiores; crecimiento de la capacidad relacional; y un largo etcétera de
ventajas que se ven reflejadas, no sólo en nuestro plano profesional, sino
también en el personal, basta analizar la relación entre Pau Gasol y Juan
Carlos Navarro.
Dejando a un lado los beneficios
personales, a nivel profesional esta actitud de búsqueda de los mejores y de
rodearnos de ellos se puede llevar a dos planos: por un lado al plano
individual, venciendo las barreras o prejuicios autoimpuestos, debemos liberar
nuestra mente y darnos cuenta de que tener gente buena a nuestro alrededor no
va a hacer que no prosperemos dentro de la organización, sino al contrario, va
a ayudar a que mejoremos. Esto puede no ocurrir en determinadas organizaciones
en las que existe una insana rivalidad, en las que la información no fluye
correctamente, o en las que existen vicios ocultos. Por tanto, es
imprescindible que este enfoque en el plano individual esté acompañado de una
implantación del mismo en el plano organizacional. La cultura de la empresa
debe estar impregnada de valores que fomenten desarrollo profesional a través
de la excelencia; las estructuras deben favorecer que prosperen dinámicas de
mejora personal gracias al apoyo y colaboración mutua; y deben existir
políticas y sistemas de evaluación que acompañen estos valores para que
realmente sean efectivos.
Javier Fernández Aguado,
empresario y asesor de altos directivos, describe en su último libro cómo era
el sistema de “management” del tercer Reich, es decir, qué estilo de dirección
y liderazgo tenían Hitler y sus colaboradores, y una de las cosas que más
llaman la atención de todo ello es la gran cantidad de mediocres que rodeaban
al “Fürher”. Hitler sólo se rodeaba de inútiles. Muchos pueden pensar que esto
era así porque él era también un mediocre, pero eso no es condición sine cua non para que tus empresa esté
llena de gente mala; precisamente el espíritu de mejora, la humildad y el saber
rodearse de buenos profesionales que puedan hacer sus críticas libremente, es
lo que hace que profesionales con niveles técnicos mediocres, alcancen cotas de
excelencia. Por otro lado, el hecho es que gran parte del desmoronamiento del
régimen de Adolf Hitler se debió a esa mala “planificación” de personal en la
que todo el mundo tenía miedo al jefe y en el que los disidentes eran apartados
(o asesinados) por norma.
Os animo a adoptar ese espíritu
de búsqueda de la excelencia a través de la gente que os rodea, y que seáis
capaces de desarrollarlo a nivel individual, venciendo vuestros prejuicios y
buscando trabajar en equipos de excelencia, y a nivel organizacional, en
vuestras empresas, equipos o departamentos, en los que tengáis responsabilidad,
fomentad esta cultura de tener y mantener gente excelente, y que se desarrollen
las estructuras y los valores que lo posibiliten. Ojala que en vuestras
empresas todos los días, al acabar la jornada, se quedaran Pau Gasol y Juan
Carlos Navarro lanzando triples una hora más, con el único objetivo de mejorar
a la vez que, sin darse cuenta, se hacen grandes amigos.
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